jueves, 15 de noviembre de 2012

ENTRADA 34: En las tinieblas.

Estaba maldiciendo a más no poder. Debo haber dicho cada "palabrota" que me sabía en mi idioma, en otros idiomas, y no sé si habré inventado uno que otro debido a la gravedad de la situación: acababa de recibir un fuerte golpe en la cabeza, me encontraba totalmente a oscuras, no sabía donde se encontraba mi arma... o ese puto zombi. El hijo de perra seguro estaba acechándome, y no tenía idea donde mierda se encontraba. Podía escuchar sus gemidos y se podía sentir su olor, pero aún seguía sumamente mareado. Debía valerme de mis sentidos, así que estaba de mal en peor. Tenía que darme prisa.
Trataba de levantarme, pero realmente era un gran esfuerzo. Mi cuerpo había estado recibiendo una paliza brutal desde que la mierda del mundo y todo su jodido apocalipsis se nos había venido encima. No podía exigirle mucho a mi cuerpo, aún necesitaba un buen descanso. 

Simplemente no se podía.

Puedo apostar a que todos los que quedamos (todos los sobrevivientes, todos los que no hemos muerto y resucitado, simplemente todos los seres humanos) soñamos cada noche con el rostro putrefacto y sin vida de nuestros enemigos; sonábamos con su gemido gutural, que parecía ser el mismísimo infierno pronunciando nuestro nombre, llamándonos.

Toda la presión a la que estábamos siendo sometidos, podía ser aún más letal que todas esas máquinas asesinas de ahí afuera. Supongo que no todos fuimos lo suficientemente fuertes para haber afrontado todo esto. No es nada fácil. Debe haber habido una masiva oleada de suicidios al comienzo de todo. Mierda, yo también preferiría volarme los sesos antes que volverme uno de ellos. Todos seguro que hemos pensado en acabar con nuestra vida, pero por alguna razón preferimos seguir viviendo.

Continué tirado en el piso, arrastrándome, tocando con mi mano el suelo a ver si encontraba el encendedor. Ese pedazo de chatarra pareciera que había salido volando, no se encontraba cerca mío. Traté de levantarme lentamente, agarrándome del barandal de la escalera, pero el golpe me había dejado mareado y no podía mantenerme equilibrado. Creo que hasta la mas mínima brisa podía tumbarme de nuevo.

Podía escuchar sus pasos, sus gemidos. Pero no podía concentrarme, veía todo borroso, doble. Apenas podía ver la luz de la luna entrando por una de las ventanas de la casa.  Era bastante tenue, pero si me hubiese encontrado mejor, podría haberme bastado tranquilamente para encontrar a ese bastardo que antes solía ser un hombre.

Trataba de recobrar los sentidos, cuando esa cosa me había agarrado con su fría mano el tobillo.

Pensé que ahí acabaría todo, perdí el control y empecé a patear como loco, hasta que sentí como la suela de mi zapatilla se había incrustado dentro de su cráneo, atravesando toda la masa encefálica. "Bien", pensé. "Paró de moverse". Había vuelto tranquilamente a la normalidad. Me había tranquilizado bastante, para mi mala suerte. Estaba yendo hacia la puerta principal para salir y encontrarme con Liz, pero no me había percatado de la presencia de otro zombi. Esta vez me había agarrado por atrás. Tuve que contenerlo con mis manos para que su boca no termina rasgándome parte de mi cuello. No quería ser el aperitivo de medianoche del imbécil.

Inmediatamente, una luz me cegó momentáneamente y escuché un disparo. ¡Bang! Retumbó en mi oído y sentí como la cabeza del zombi explotaba detrás mío.

- ¿Muchos problemas? - me dijó Liz.

- ¡¿Qué?! - le pregunté mientras recuperaba mi audición. - No, para nada. Tenía la situación bajo control - le respondí.

Ambos hicimos una mueca que parecía ser una sonrisa. Me había ayudado a encontrar mi arma y a terminar de revisar la casa.

- ¿Cómo está todo por afuera? - le pregunté.

- Mejor que adentro - me había respondido. - Será mejor que nos apuremos, el disparo debe haber sonado en todos lados. ¿Cómo te encuentras?

- Mareado - le respondí.

Continuamos nuestra conversación hasta que entramos a la habitación principal. Vimos un bolso de viaje que estaba siendo preparado. Los dueños seguro estaban preparándose para salir cuando la infección acabo con ellos. Para nuestra sorpresa, habíamos encontrado algo realmente espectacular: un mapa con la dirección de una zona segura a las afueras de la ciudad. Esto era demasiado bueno para ser verdad...

domingo, 16 de septiembre de 2012

ENTRADA 33: ¿Quién quiere vivir por siempre?

Simplemente no podía creer como todo había pasado así de rápido. Ya no tenía sentido seguir viviendo, pero por alguna extraña razón, no podía quitarme la vida. Algo me lo impedía. Sólo sabía que tendría que seguir existiendo en este mundo de mierda, aguantando a todos los hijos de puta esos que tratan de comernos a Liz y a mí.
Sólo quedaban recuerdos de nuestro pasado, gente que realmente había llegado a tocar mi corazón ya no existía.  Había mostrado humanidad recién cuando todo se había ido al carajo. Pero eso no importaba. Ahí me encontraba, junto a Liz, caminando por las calles de la ciudad. Un puto desierto. Todavía nos faltaba un largo trecho para llegar a nuestro refugio, así que debíamos apurarnos para encontrar un vehículo.
Seguimos caminando un par de metros, y al llegar a la esquina, ambos habíamos visto un vehículo policial. Sabía que ella también estaba pensando en lo mismo. Corrimos en la dirección donde se encontraba, y me dijo "cúbreme, yo busco como encenderlo". Y eso fue precisamente lo que hice.
Rápidamente, después de toquetear los cables, logró encender el auto y ambos nos subimos.
Ella iba manejando, mientras yo me encontraba tranquilo sentado del lado del acompañante. Iba pensando sobre todo, pero a la vez de nada; sobre realmente quien querría vivir para siempre. ¿Vivir en este puto infierno que nos rodea? Simplemente me volvería un loco si continuara aquí, luchando, solo, sin ayuda de nadie. Y Liz lo sabía. Ambos nos encontrábamos pensando en eso. Sé que ella debía de estar sufriendo mas que yo, pero ninguno de los dos lo aparentaba. Solo se notaba con el silencio.
Seguíamos en silencio, hasta que al doblar en una esquina vimos a, no se si cientos, capaz que miles de zombis amontonados, quienes habían escuchado el sonido del motor del auto y se nos estaban por abalanzar encima en cualquier instante.

- Rápido, ¡retrocede! - le grité a Elizabeth.

Inmediatamente, antes de que terminara de pronunciar mis palabras, ella ya había puesto marcha atrás y habíamos cambiado de rumbo. La situación se nos estaba complicando bastante. La ciudad entera estaba en silencio, así que el ruido del motor seguro debía de haber estado atrayendo a todos los putos caníbales a donde nosotros nos encontrábamos. Nosotros mismos estábamos creando nuestro futuro, nos estábamos metiendo en un callejón sin salida, con cada paso, con cada suspiro. Simplemente no resistiríamos eternamente, sucumbiríamos ante ellos. No seremos fuertes por siempre.

- Deberíamos detenernos. Tenemos que caminar. - me dijo Liz mientras paraba el auto en medio del camino.

Ambos bajamos del vehículo con nuestras cosas, y nos metimos a una casa que se encontraba al costado, que parecía vacía. Lentamente abrí la puerta y traté de prender las luces, pero ya no funcionaba el sistema eléctrico de la ciudad. Saqué el encendedor que tenía en el bolsillo y traté de iluminar la habitación. Se escuchaba el gemido de un zombi en alguna parte de la casa, pero no lograba distinguir de dónde. Liz se había quedado afuera haciendo guardia mientras yo revisaba el lugar.

Avancé lentamente por las escaleras, cuando una ráfaga de viento logró apagar la llama del encendedor que llevaba en la mano. "Mierda, esto no es bueno" pensé. Seguía escuchando los gemidos, estaban cada vez más cerca, y yo no podía prender el puto encendedor. Mi corazón se estaba acelerando bastante, estaba nervioso.

Por fin había logrado que encendiera, y cuando levanté la mirada, había visto una cara toda llena de pus, sangre por doquier. Le faltaba media mandíbula, y ya se encontraba en estado avanzado de descomposición. El muy hijo de perra se había abalanzado contra mí, cayendo ambos hacia el piso a través de las escaleras. Me había golpeado la cabeza fuertemente, y me encontraba mareado. Trate de agarrar el encendedor pero no tenía idea de donde se encontraba. Estaba en la oscuridad, solo, a punto de desmayarme, creo que en ese momento había vomitado en el piso. Me estaba saliendo sangre de la cabeza, y lo peor de todo: no sabía donde mierda había quedado el hijo de puta de ese zombi.

sábado, 18 de agosto de 2012

Entrada 32: Los sonidos del silencio

"¿Dónde estoy?" empecé a preguntarme después de haber recuperado la conciencia. Poco a poco mi visión iba recobrándose por completo, y a medida que mejoraba, me encontraba cada vez más desconcertado.
Estaba recostado sobre una cama, en una habitación que nunca antes en mi vida habia visto. La luz del sol se escapaba a través de la cortina que cubría la ventana.
"¿Fue sólo un sueño?¿Una terrible pesadilla?" me preguntaba, mientras observaba cada centímetro del lugar, y sobre todo, de mi cuerpo, el cuál se encontraba aún adolorido. Trataba de pararme, pero aún sentía algo de dolor, pero sin importancia.
Empecé a movilizarme a través del lugar. Había llegado a la puerta, y la abrí despacio, solo por precaución. Me aventuré en lo que parecía ser una casa más de la zona donde yo solía vivir. Empecé a bajar por las escaleras que me encontré un poco más adelante al salir al pasillo, y comencé a bajar.
Estaba sintiendo ruidos en la cocina. Terminé de bajar las escaleras, y me movilicé de manera silenciosa hasta el lugar de origen de los sonidos. Me encontraba nervioso, y si no me tranquilizaba, iba a terminar mojando mis pantalones. No tenía nada conmigo como para llegar a defenderme.
Terminé de entrar a la cocina, y para mi suerte, solo había sido Liz, quien se encontraba cocinando.
- Por fin has despertado, llorón. - Me decía Liz sin dejar de mirar la sartén que sostenía en sus manos.

- ¿A quién le dices llorón? - Le respondí.

- Pues a tí, imbécil. ¿No ves que has mojado tus pantalones, niñito?

Me había avergonzado, pero sentir el calor que me proporcionaba mi orina en mi pierna me había recordado que esto no era un sueño. Aún seguíamos sumidos en la mismísima mierda.
Me había vuelto a la habitación donde me encontraba en un principio, y me fijé en los cajones del armario. Era una habitación de un adolescente, lo sabía porque había encontrado un par de revistas XXX, así que seguro encontraría algo acorde para mí. 
Abrí el armario y agarré un par de jeans que estaban ahí colgados.
Mientras me cambiaba, me acordé de todo lo que había vivido anteriormente. Mierda, perder a todos de esa manera, tan rápido. Uno a uno íbamos cayendo, como moscas, ante la implacable habilidad de los zombis como asesinos. Sólo era cuestión de tiempo antes de que Liz o yo caigamos ante ellos.
Mientras pensaba, noté que lágrimas caían de mis ojos. La presión estaba acabando conmigo, tenía que desahogarme de una vez por todas.
Mi dureza había llegado a su fin, iba acabándose con cada gota que despedía de mis ojos.

***

Habían pasado un par de horas desde ese momento de "delicadeza" que me había tocado. Después de recuperarme y haber comido algo de lo que Liz había cocinado, nos estábamos por aventurar hacia las calles.

- ¿Tienes todo listo? - me preguntó.

- Estoy listo. Salgamos.

Abrí la puerta principal y ambos salimos hacia la calle, empezamos a caminar, y no escuchábamos ni veíamos a un puto zombi cerca. Estaba todo en silencio, todo tranquilo. Sólo teníamos un par de horas antes de que el sol se ocultara para dar inicio a la noche, pero por el momento, estábamos bien.

Ninguno de los dos pronunciaba una sola palabra, y el silencio reinaba. Empezamos a caminar, sabiendo que el futuro era incierto, pero ya no debíamos de sufrir por el pasado. Ambos sabíamos que era sólo suerte que hayamos quedado vivos sólo nosotros, pero no íbamos a desperdiciar esa oportunidad que teníamos con nosotros. Sólo debíamos continuar avanzando...

domingo, 5 de agosto de 2012

ENTRADA 31: Tormenta eléctrica emocional

Ha pasado bastante desde la última vez que escribí en este "diario personal" que he venido escribiendo desde hace un tiempo, pero relatar los sucesos que pasaron por aquellos tiempos fueron bastante impactante para mí. Su impacto emocional me habían dejado petrificado, últimamente ya no he encontrado razón para seguir luchando en este maldito infierno que nos ha venido atormentando desde que toda la mierda esta comenzó. Algo que no me ha beneficiado en modo alguno, y ha afectado bastante a la depresión que ha ido aumentando desde hace un par de años atrás dentro mío. Pero hay algo que me hace querer seguir viviendo. Algo que aún no lo sé. Y es el motor que hace que aún siga con mi corazón latiendo. Aún me pregunto por qué mi suerte era inferior a la de las demás personas. Verlos tan feliz, y yo tan solo, amargado de solo mi existencia, una que no tenía sentido alguno. Pero pareciera que no fuese tan así. Yo estoy vivo. Esos hijos de puta están muertos. Todos queriendo acabar con nosotros. Debo admitir que hubo noches en las que he llorado en silencio aquí en el bunker. Todo el jodido apocalipsis hizo que mis sentimientos funcionaran. Recién ahora. Pero quiero dejar de lado mis malditas emociones, las unicas cosas que me diferencian de esas mounstruosidades que se han ido acumulando en los muros de los alrededores de este lugar, para retomar la historia.

Esos momentos de tensión que he vivido junto a Abigail, Ben y Liz, han afectado mi capacidad para tomar decisiones en estos últimos tiempos. Y he aquí la historia que aun me atormenta por las noches. El relato que ha hecho darme cuenta de que tan frágil soy. Y de hacer que me odie cada día mas.

Ya me encontraba totalmente cansado, desgastado en todo sentido. Mi cuerpo ya no daba más, y ni hablar de mi cabeza. Mis ideas ya no se expresaban con claridad. Inhalé un poco de aire y me levanté. Empecé a correr como podía: cojeando. Sentía tirones al correr, dolores inmensos, casi insoportables. Pero ahí estaba ese "motor" que me mantenía con vida.

Giramos por la esquina del pasillo, tratando de alcanzar la puerta de salida que nos dirigiría a nuestro vehículo. Ben reventó los vidrios con una de sus últimas balas y nos metimos en la densa oscuridad de la noche. No podíamos vernos entre nosotros, apenas podríamos encontrar esa Humvee. Para empeorarlo: estaba lloviendo a cántaros. Los rayos caían como si nada. Todo digno de una película de terror.

- Mierda, ¡¿qué hacemos?! - Gritó Liz.

- ¡Vamos a morir! - exclamó Abby.

Toda una histeria reinaba en ese lugar. Me estaba volviendo loco. En cualquier momento iba a terminar explotando. Toda esta presión, MIERDA. QUERÍA ACABAR CON TODO, NO LO SOPORTABA. Llegué a tal punto en medio de toda esa oscuridad, que estaba empezando a buscar mi pistola y usar la última bala que me quedaba en mí. Estaba acercando el arma a mi cabeza, cuando escuché hablar a Ben.

- Usen los rayos para ver donde nos encontramos, gente.

Cayó uno e iluminó todo el parque de estacionamiento del hospital. Podíamos divisar que la Humvee no se encontraba a más de 10 pasos nuestros. Y para nuestra suerte, el camino estaba libre. Nos acercamos rápidamente, Liz se sentó en el asiento del conductor y traté de sentarme en el del acompañante, mientras Ben trataba de subirse después de haber ayudado a su hermana, aún aturdida por lo que pasó con su madre.

Nos habíamos distraído momentáneamente, cuando un zombi salió por el costado nuestro y agarró, de entre la oscuridad, a Ben. Le había agarrado del cuello, y había logrado morderle, causandole gran daño. Mierda, me están saliendo lágrimas de solo recordar el rostro de Abigail en ese momento: haber perdido a su madre, y ahora ver como estaba a punto de perder a su hermano. Esa chica estaba cayendose de a pedazos. 

Ben había logrado sacar el cuchillo que tenía y matar a su oponente, y terminó de subir a nuestro transporte. Sabía que se le acababa el tiempo, sabía lo que nosotros estabamos pensando en ese momento. Debíamos matarlo.

- Escúchenme - nos dijo - deben acabar conmigo, ¡ahora!

- No, hermano... - respondió Abigail, entre lágrimas.

- Esperaremos - le respondí.

Liz estaba conduciendo hasta su casa. Íbamos en busca de su padre, a entregarle las medicinas que ella había ido a buscar al hospital. No nos habíamos dado cuenta de que en medio del camino Ben ya había pasado a mejor vida, y que Abigail se encontraba rezando. Nunca he comprendido a la gente religiosa, pero no quiero detenerme mucho a entrar en ese tema. Imbéciles, les rezan a criaturas sobrenaturales, esperando a que hagan todo aquello que no podemos.

Habíamos llegado a nuestro destino. No fue el espectáculo que estábamos esperando. Liz se había detenido repentinamente, y quedamos horrorizados con el espectáculo. Una horda de zombis inmensa había logrado entrar a la casa. Seguro el padre había sido ya víctima de una brutal matanza. Cuando me percaté, ella se encontraba ya fuera de la Humvee. Logré decirle a Abby que nos espere aquí.

Traté de detener a Liz, corrí como nunca en mi vida para lograr alcanzarla. Pude sentir el escalofriante sonido de cientos de ellos: estaban a pocos pasos de nosotros.

- Detente, Liz. No puedes hacer nada - logré decirle.

- ¡Mi padre esta ahi! ¿No lo entiendes?

- ¡Claro que sí! Ya perdí a mi padre en toda esta mierda, y no quiero ver que tú te vayas con él.

Logré detenerla con todas mis fuerzas tomándola de los brazos. Pudimos ver como la casa explotó, vaya uno a saber por qué. Y vimos como los cuerpos de cientos de zombis volaron por los aires.

La noche aún no terminaba. Escuchamos un grito proveniente de la camioneta. Ambos nos miramos y le dije "debo volver" a Liz. "Haz lo que quieras" terminé diciendole, mientras volvía a la camioneta. Había quedado horrorizado: Ben estaba atacando a Abigail. Usé la última bala que me quedaba para poder exterminarlo, pero ella ya había sufrido bastante daño. Sabía que todo terminaría en cualquier momento. Saqué el cuerpo del ex-hermano para poder estar al lado de Abby en los minutos que le quedaban de vida.

Liz había vuelto y me preguntó donde quedaba nuestro refugio. Logré decirle que el GPS estaba encencido con la dirección en pantalla. Me encontraba en el asiento trasero junto a Abigail. Se encontraba delirando, sabía que no faltaba mucho, y yo me encontraba tratando de darle esperanzas a la última persona que realmente me importó en este mundo de mierda. Pero era hora de decir adiós, seguir con mi vida. Ya no quedaba sentido, y mientras miraba mi arma, pensando en acabar con la poca existencia que quedaba de ella, sabía que no iba a poder, pero que de todos modos iba a tener que intentarlo. Y en medio de todas esas mariconeadas, había revivido, tratando de acabar con MI puta existencia. Traté de disparar, pero ya no quedaban balas en mi arma.

Trataba de realizar lo que tal vez iba a terminar siendo la última pelea de mi vida, cuando cambió de dirección y trató de atacar a Liz. Ella se dió vuelta y le había clavado un cuchillo justo en la cabeza, pero de ahí en mas, todo iba a empeorar. Abby había muerto y tuve que gritarle a Liz que prestara atención al camino, mientras ella me preguntaba como me encontraba. No había visto el vehículo abandonado que se encontraba estorbando en el camino, y al tratar de esquivarlo, más el peso del Humvee, nuestro transporte terminó dando vueltas por el aire, y me había golpeado tan fuerte la cabeza que terminé inconsciente.

viernes, 11 de mayo de 2012

ENTRADA 30: Retomando todo desde un comienzo...

Así que ahí me encontraba, yacido en el piso, sin fuerzas. Aquel zombi que se acercaba hacia mí sería mi perdición. Abby estaba paralizada, no se movía. Perder a la madre es lo peor, yo había pasado por eso y me dejó marcado de por vida. Pero cada uno tiene su manera de afrontar la vida, así que el tiempo nos dirá si sanaría.

Paso tras paso él se acercaba. Podía ver la maldad a través de sus ojos, en su alma. En sus ojos sin vida. Solo reflejaban odio. Quizás su conciencia ya no existía, eran meras bestias feroces, con sólo su instinto más basico, su instinto animal. ¿Y nosotros? Nosotros aún podíamos pensar, todavía eramos seres humanos, seres razonantes. Y había que aprovechar eso. Al lado mío se encontraba mi cuchillo y siempre había tenido buena puntería. Lo agarré y se lo tiré a aquel demonio andante: un tiro perfecto entre los ojos. Lentamente dejó de moverse, cayendo al piso, quedando ahora sí, sin vida.

- Abby, ¿estás bien? - le pregunté, pero no obtenía respuesta.

Se encontraba en estado de shock, no reaccionaba. Trataba de levantarme del suelo pero el dolor era inmenso, tan grande como se pueda sentir. Estaba más cansado de lo que jamás estuve, podría haber caído al piso inconsciente. 

Me arrastraba lentamente hasta ella, tratando de no pensar en todo mi desgaste físico, sino en tratar de ayudarla para que salga de la inminente crisis que se le acercaba, y que no termine como yo. Mierda, como yo. Eso es lo peor que podría pasarle. No puedo imaginarlo, yo estoy contento con mi vida, pero que hayan más como yo, es algo que no debería haber. Prefiero cargar con mi maldición...

Podríamos haber estado ahí solos, pero los zombis salían de todas partes en el hospital. Era imposible escapar de ellos. Así que debía apurarme. Me acerqué a ella y le dije:

- Escucha Abigail. Reacciona. Debemos irnos de aquí.

No había respuesta.

Trataba de pararme, pero el dolor recorría por cada centímetro de mi cuerpo, pero aún así no paraba. Intenté e intenté, hasta que pude pararme y lograr mantenerme de pie. La agarré del brazo y la levanté, hablándole para que reaccionara, pero solo la veía llorar. Ella veía el cuerpo de su difunta madre yaciendo sobre el piso, aquel que aún se encontraba limpio por algunas partes, mientras que en otra habían charcos de sangre que daban la impresión que una persona normal no sobreviviría al perder tanto.

Rápidamente traté de caminar hasta la salida, en donde parece que había reaccionado ella. Me miró y solo escuché que dijo mi nombre (el cual el que llegue a encontrar este cuaderno en donde anoto mi historia en este apocalipsis aún debe de estar preguntándoselo...). 

Bajé por las escaleras, en donde ahí me había encontrado con Ben.

- Toma a tu hermana - logré decirle. - Necesito descansar.

Me senté por un momento, pero mi descanso no iba a durar porque a 8 metros de distancia, atrás de Ben, se encontraba una horda de zombis en nuestra dirección. Y jodidamente jodidos, encabronados por la vida, corriendo por nuestra vida, la cual no tenía sentido. Vivíamos porque nos habíamos acostumbrado a ello. Morir parece que era solamente propio del ser humano: tener conciencia, mierda. Cada vez se volvía algo más monótono, cotidiano, propio de nuestra vida, siempre escapando a nuestros problemas en vez de afrontarlos con una solución. Menuda mierda. Iba a dejar que la presión me afecte con tal de acabar con todo esto. Esparcir mis sesos por todos lados con tal de acabar con esta vida. Zombis hijos de puta...

martes, 3 de abril de 2012

SEGUNDA PARTE - ENTRADA 29: Problemas familiares

No había tenido ninguna relación con alguna chica en toda mi vida. La muerte de mi madre había hecho que me convirtiera en alguien totalmente cerrado al exterior, con casi una nula demostración de mis sentimientos a los que pudieron llegar a ser mis seres queridos en las épocas de la civilización humana. No había experimentado el amor, no lo conocía. Me sentía raro, lo veía en todas partes, en todas las personas de mi edad, como algo común. Pero yo no.
Existían millones de cosas que hacían las felices parejas enamoradas, seguro ahora comiéndose entre sí, pero antes, eran las citas, los regalos, entre otras cosas. Cosas comunes que hacían. No he vivido su experiencia, nunca me importó, y doy gracias por eso ahora. No he perdido muchas cosas con el apocalipsis zombi que se nos vino encima, desde el punto de vista emocional. Solamente mi padre. Pero la diferencia entre antes y ahora es que no podré volver a verlo consciente. Realmente lo extraño, pero he aprendido a vivir sin él. He avanzado. No he mirado atrás, y siempre he mirado para adelante, no importa qué suceda.

Con todo esto quiero llegar al siguiente tema: después de lo común entre las parejas, avanzada la relación , se presentaba el nuevo "integrante" de la familia ante los padres. O suegros. Según recuerdo por un conocido mío, tuvo que "vender" su imagen para caerles bien a los padres de su novia. Un imbécil más grande que la fe de Kenny por creer que podía volar aquel fatídico día de otoño. Otro indicio de la estupidez del ser humano. Tema que tocaré otro día. 

Y a todo esto, seguro que mucho de los que lleguen a leer este escrito que estoy realizando (si es que llega a haber algún sobreviviente que lo encuentre), se llegarán a preguntar: ¿Qué mierda tiene que ver todo esto con la historia de como este hijo de perra de casi 19 años, antisocial la mayor parte de su vida, ha ido sobreviviendo a lo largo de la historia del infierno desatado en la Tierra? Pues bien, a eso voy.  Con la ida al mundo al carajo,  las posibilidades de encontrar gente se reducen considerablemente. Y como si de por sí ya fuese poco, conozco a Abigail en la mierda que llamamos vida que tenemos en este momento. Una relación que hasta el momento no fue nada fácil. Nuestra primera cita  involucró ir hacia un hospital infestado de zombis, con la misión de encontrar a su hermano. Nada fácil, considerando la infinidad de veces que pude haber muerto.

La segunda cita puede ser considerada como aquella vez que me peleé con su hermano en la terraza del hospital,  y reitero, a escasos centímetros de la muerte. 

Y la última, fue conocer a su suegra.

Si no me equivoco, en el mundo "antiguo", anterior a este, los padres de por sí ya querían matar al que estuviese con su hija. Y ahora... no hay mucho que decir. Directamente quieren matarnos a todos. Mi suegra se encontraba arriba mío, queriendo desgarrarme el cuello. Estaba jodido. Jodidamente jodido. Más jodido jodidamente imposible. Y así sucesivamente. Estaba luchando por mi vida. Otra vez. Algo tan cotidiano en esta nueva vida mía como el seguir viviendo.

Trataba de correrla para el costado. No quería hacerle daño, iba a afectarle demasiado a Abigail el ver como termino matando a su madre. Pero era una tarea difícil: estaba cansado. 

Me giré para ver a Abby por última vez. Le recorrían lágrimas por la cara, mientras en sus manos sostenía un arma, apuntándola en mi dirección. Tiró del gatillo y el arma se disparó. Certero, en la frente de su madre.

Había quedado paralizada, tirada en el piso. Y aún no había terminado, nos habíamos olvidado del último zombi que quedaba en la habitación, que ciertamente, estaba en un paso lento pero constante dirigiéndose hacia mí.

miércoles, 14 de marzo de 2012

ENTRADA 28: De las trampas a lo profundo del mar...

A veces me ponía a recordar los tiempos anteriores a estos. Las veces que escapaba del mundo y me encerraba en mi música, una parte tan importante de mí que no podía imaginarme estar sin ella un sólo día. Era como tratar de respirar sin pulmones. Así de importante. Había servido realmente para ayudarme después de la muerte de mi madre, y la creciente locura por parte de mi padre. En aquellas épocas, me sentía solo, pero jamás comparado a los sentimientos que se me cruzaban hasta el momento en el que me puse a reflexionar sobre mi vida, mientras nos movilizábamos hacia las escaleras. Tratábamos de hacer el menor ruido posible. Teníamos poca munición y en nuestro estado mucho no íbamos a lograr. Se notaba en la cara de todos que estábamos físicamente cansados. O psicológicamente agotados. Probablemente ambas opciones eran las correctas.

Ben iba adelante, guiándonos. Yo iba al final, cuidándole las espaldas a Liz y a Abby. De vez en cuando regresaba al mundo real, pero la mayor parte me la pasé pensando en como había desperdiciado mi vida. No tuve amigos, mis relaciones con los demás eran, por así decirlos, nulas. Con mi padre no nos dirigíamos mucho la palabra, y apenas nos veíamos, solo en raros casos. Mas o menos todo se había originado con la muerte de mi madre. Creo que debería de haber aprovechado la oportunidad de haber ido a un psicólogo. Realmente no me lamento de eso, me gusta como soy, pero será difícil encontrar uno que no quiera tratar de comerme. Mierda.

- Oye, ¿estás bien? - me preguntó Abigail.

- Si, sólo me puse a pensar - le respondí

Abby asentó con la cabeza y continuó avanzando. Ben se detuvo antes de llegar y se dio media vuelta para hablarnos.

- Escuchen, esto es lo que vamos a hacer. Tengo un par de walkie - talkies. Abby, tu tomarás uno e irás con tu "noviecito" a la pieza de nuestra madre. Liz y yo iremos a ver una salida que no nos "comprometa" demasiado.

- Está bien. Abby, sígueme - le dije, mientras su hermano y Elizabeth se dirigían hacia la cafetería en busca de nuestra salida del infierno.

Ben inmediatamente me dirigió la palabra, diciéndome:

- Cuida a mi hermana.

- Lo haré - le respondí. - No te preocupes.

Nosotros dos seguimos avanzando, hasta que llegamos a las escaleras. Seguían sin vernos los zombis, era un punto a nuestro favor. Subimos por las escaleras hasta el primer piso, donde me fijé que esta vez no hayan muchos "obstáculos" en nuestro camino. No como la vez anterior. No quería tener que cargar, además, con alguna otra muerte más sobre mi espalda. "Es la habitación 107" dijo ella. Asentí con la cabeza y seguimos caminando. Habíamos llegado a la esquina del pasillo y doblamos, donde rápidamente empujé a Abby hacia donde estábamos momentos antes.

- ¡Oye! ¡¿Por qué hiciste eso?! - me gritó.

- Espera, cállate. Está lleno de zombis doblando la esquina. Conté más de 6. - le respondí. - Mira.

Hice que mirara y luego hice que vuelva a donde estaba. "¿Ves?" le dije.

- Espérame aquí, limpiaré el camino y volveré por ti.

- Está bien. - me respondió.

Inmediatamente me di la vuelta y me dirigí hacia los zombis. Agarré la Remington y apunté hacia la cabeza del primero. Bang. El segundo me había visto antes, y antes de que reaccionara, había recibido un disparo en la cabeza. Bang. Me acerqué al tercero que aún no sabía que pasaba y recibió otro disparo. Bang. Uno estaba bien cerca mío, tanto que no podía levantar la escopeta. Saqué el cuchillo que tenía guardado en su funda en mi pierna y se lo clavé en la cabeza. El próximo no estaba tan lejos. Estaba apuntándole, cuando Abby me había gritado desde el fondo: "¡Espera! ¡Esa es mi madre! ¡No dispares!".

Cuando me había volteado para poder escucharla, el zombi que antes era lo que podría haber sido mi suegra se me había abalanzado encima, y antes de poder reaccionar, me encontraba luchando por mi vida, nuevamente.

martes, 13 de marzo de 2012

ENTRADA 27: Trampas de arena

En todo el trayecto hasta la planta baja no había dirigido ni una palabra hacia el resto de los que ahí se encontraban. Nos habíamos mantenido en silencio todo el tiempo, tal vez hayamos sabido del peligro que corríamos en ese territorio inexplorado, o tal vez el hecho de la incomodidad que todos sentíamos para poder hablar después de lo ocurrido. Yo mismo había generado esa situación en la que nos encontrábamos. Yo nos sumí en esa situación de mierda. Yo hacía que nos sumergiéramos cada vez más en profundas trampas de arena que nos encontrábamos en nuestro camino. Yo era la culpa de todo. 

Y tenía que dejar de pensar en esas cosas si no quería acabar con alguna bala en mi cabeza, ya sea por Ben o por mano propia. Quien sabe. Era un nuevo mundo, nuevas reglas. Y la presión era constante.
Todo el trayecto pensé porque no habían visto la entrada a aquella parte del hospital antes. Ben debe de haber estado ocultando algo. Sino, ¿por qué otra razón me atacaría de esa forma tan violenta como me atacó ahí arriba? Algo no cerraba. Pero no iba a preguntar nada, no quería morir. Todavía...

Ya en planta baja, estando al lado de la puerta que nos conducía hacia la sala de espera del ala este, Ben se detuvo en el picaporte y se volteó para preguntarnos cuantas balas nos quedaban:

- Un cargador y medio para mi pistola - dijo Liz.

- Me quedan 5 cartuchos en la escopeta, después de eso, nada. - le respondí.

- Mi pistola tiene un cargador completo, mas el que tengo guardado, en total tengo 2 cargadores completos - dijo Abigail.

Estaba impresionado, Abigail sabía manejar un arma, pero jamás me dijo algo sobre eso. Tal vez no veía la necesidad de usar una hasta ese momento. Se encontraba siempre protegida por mí o por su hermano, pero no íbamos a estar para siempre, y tendría que protegerse ella misma en algún momento. Después de haber pensado un poco sobre eso, Ben abrió la puerta despacio y miró alrededor. "Síganme y no hagan ruido" nos dijo. 

Abrió la puerta despacio y Ben salió primero, avanzando lentamente hasta el pasillo que nos llevaría al ala oeste, donde nos encontrábamos antes. Habían un par de zombis a un par de metros, pero no nos habían sentido, por lo que tranquilamente pudimos adentrarnos por los pasillos. Habíamos avanzado considerablemente hasta que nos habíamos encontrado con un obstáculo: el pasillo estaba obstruido. Pareciera como si hubiesen querido que algo no entrara. O saliera de ahí.

- Mierda, me había olvidado de esto. Tendremos que ir por la cafetería - dijo Ben, con aire de preocupado.

- Ben, ¿te pasa algo? - preguntó Abby.

- No quiero hablar del tema, ya se van a enterar cuando lleguemos ahí.

Cada vez se encontraba más raro. Todo ese comportamiento que tenía había comenzado cuando vio que la única salida era la entrada por el ala este. Algo estaba ocultando, lo podía presentir. Inmediatamente, dimos la vuelta y nos dirigimos en la dirección contraria.

- Oigan, esperen. Mi mamá se encontraba en el piso de arriba. - dijo Abigail

- Abby... - respondió Ben, con aire de tristeza.

No quería entrometerme en sus problemas familiares, pero estábamos cortos de munición, y no conocemos el estado de esta parte del hospital. Quien sabe que nos esperaba ahí.

viernes, 9 de marzo de 2012

ENTRADA 26: Dolor de huevos

La vida se estaba tornando demasiado interesante en esos momentos para mi parecer. La vida y la muerte eran separadas por una delgada línea difusa que nadie llegaría a saber entender. Y ahí nos encontrábamos todos los sobrevivientes, en el medio de la línea, sin saber que habrá en el futuro cercano, ni si habrá un mañana. Seguía sin encontrar razón para seguir, solo me motivaba el hecho de que en algún momento apareciera algo que me haga seguir, pero no había nada que valga la pena, solamente mi vida. La vida de los demás no importaba mucho, y la naturaleza humana, por más que necesitemos comunicarnos para subsistir, su instinto más básico es el de sobrevivir, sin importar qué.

Así que ahí nos encontrábamos, de nuevo enfrentándonos con la muerte, una vez más. Zombis por todos lados. La muerte nos acechaba a cada paso que dábamos, un solo paso en falso y podríamos estar viendo nuestras vidas frente a nuestros ojos. Algo que hasta ese momento no había vivido, y me alegraba por ello. Volviendo a la historia: estábamos en el techo, observando los zombis tras las puertas que conducen al interior del hospital, por un lado; por el otro, uno tras otro saliendo por esas escaleras, al ritmo que su estado les permitía moverse, acercándose. Yo solo tenía un par de cartuchos en mi escopeta, y no conocía el estado de las armas de Ben y Liz. Esperaba que el resultado sea positivo, sino hubiésemos estado en el mayor lío en el que he estado.

Habíamos empezado a dispararles mientras tratábamos de ver alguna salida. Ben y yo habíamos visto lo mismo: la entrada al ala este del hospital. Se encontraba a 50 metros de nosotros, y el camino estaba libre, pero el estado del interior del hospital no lo conocíamos, y por la expresión de los demás, no íbamos a lograr sobrevivir con la cantidad de munición que nos quedaba. 

Rápidamente avanzamos por el tejado del edificio hasta llegar a la otra puerta, donde Liz con sus conocimientos pudo abrir la puerta. Me alegraba que en ese momento haya estado con nosotros. Sin ella posiblemente hubiésemos muerto ahí arriba o en el interior si los "caminantes" llegaban a atravesar la puerta que pudimos haber destrozado de una patada. Menudo lío en el que nos metí.

Una vez adentro, Ben cerró la puerta y con un hacha que había detrás de los vidrios de "En caso de emergencia" trabó la puerta. Eso los contendría, pero deberíamos de darnos prisa. No lo haría por mucho tiempo. De sorpresa, me agarró del cuello y me empujó contra la pared.

- ¡¿Estás loco?! ¡Casi haces que nos maten! - me gritó, enfurecido - Dime una razón por la que no debería de matarte en este preciso momento.

- Porque lo amo - dijo Abigail, mientras una lágrima le cruzaba la mejilla de su cara.

"¿Qué...?", le respondió Ben, sorprendido; ambos estábamos sorprendidos. Ninguno se lo esperaba. Creíamos que toda esta situación la estaba afectando. Pero Ben no tuvo otro remedio que dejarme libre, pero estaba pensando que no iba a ser la última vez que nos llegaríamos a enfrentar. Todas estas cosas con las que me enfrentaba día a día eran un dolor de huevos, quien sabe cuando realmente podía llegar a perder la cabeza por toda esa presión, resultando en que acabe con mi vida.

Mientras tanto, solo podía seguir buscando la razón de vivir en esa situación. Podía llegar a ser Abby, no iba a querer lastimarla, no ahora que el mundo se había acabado, que habían quedado pequeños pedazos de humanidad repartidos entre los sobrevivientes. Y realmente sentía algo por ella, tal vez amor, no lo he conocido en mi vida, jamás me había sentido interesado en eso, creí que no iba a hacerme falta en mi vida. 

Me había dado cuenta que esa era la razón para seguir: Abigail...

viernes, 2 de marzo de 2012

ENTRADA 25: El azar.

Menos mal que el muro que nos separaba medía más de dos metros y los zombis no saben escalar paredes. Eso era una gran ventaja en esa situación, me iba a dar tiempo para pensar. Había analizado todo el lugar en busca de algo que me ayudara a llegar a las escaleras de incendio, pero a menos que sea como Kenny, si quisiera alcanzarlas estaría realizando una misión suicida desde la posición que ocupaba ahí.

Me volví hacia el hospital y había decidido entrar desde el primer piso. Jamás había para aquella sección desde que toda esta mierda había comenzado. No habían motivos hasta ese momento para ir por ahí. "Esto no será fácil", pensé. Y luego entré a Urgencias nuevamente. Una de las puertas que habían en el pasillo me dirigían a unas escaleras que servían para el personal del lugar.

Avancé lentamente por las escaleras de servicio del hospital hasta llegar al primer piso. Según Liz, posiblemente las otras plantas estén infectadas, incluyendo esta, así que debía de ser cuidadoso. A la puerta que conectaba las escaleras con la primer planta, la abrí despacio para que no hiciera ruido. No quería varios de ellos detrás de mí, apenas podía con uno solo. Por la abertura que había entre la puerta y el marco pude divisar solamente un par de figuras entre la oscuridad. Me acerqué hasta la mas cercana y con la culeta de mi arma le pegué en la cabeza, cayendo al piso, inmóvil. El segundo no se había enterado de mi presencia todavía, así que había sacado el cuchillo anteriormente usado en mi camioneta, y me encaminé con destino al otro, hasta quedar a una distancia segura  para clavarle el cuchillo.

Ese bastardo tuvo apenas un segundo para darse cuenta qué había ocurrido, antes de que lo haya matado con el arma blanca. Recuerdo que cuando pensé "ese bastardo..." me había paralizado. Seguramente no tenía la culpa de estar como está. Y yo llamándole bastardo. Todavía usaba la bata que usan los doctores. Era muy probable que haya sido mejor persona que yo antes de todo esto, por el simple hecho de ayudar a los demás. Tal vez no merecía terminar así, tal vez tenía una familia, una mascota, hijos, padres, amigos. Todos de ellos, de seguro, muertos. Sólo tuvo la mala suerte de estar trabajando cuando esto comenzó, no pudo defenderse ante todo esto. Yo seguía vivo. No entiendo por qué. Todo producto del destino, de la suerte, nadie sabe. Nadie lo sabrá. Ni siquiera yo.

Mientras analizaba todo eso, no me había dado cuenta del resto de zombis que se me avecinaban en ese momento. Me percaté solo cuando estaban a solo un par de metros, ahí fue cuando comencé a correr a través de los pasillos. Sentía miedo, no importa cuanto se intente, la muerte nos acecha en cada momento en esta situación. Pensaba que me había olvidado de donde estaban las escaleras, hasta que por arte de magia me había encontrado con ellas al doblar en un pasillo.

No sabía si era producto de mi suerte o del destino, tal vez de Dios, de nuevo es algo que nunca sabré, nunca he sido creyente, pero si existía uno, debía de quererme demasiado, o tan sólo me odiaba tanto que me dejo en este mundo solo y abandonado. Si existe, tendré la oportunidad de preguntárselo algún día.

Le disparé a la ventana que daba contra la escalera y subí, casi me caigo por la velocidad con la que subía. Ahí fue cuando me encontré con Liz, Abby y Ben, después de llegar a la terraza. Por un momento me había olvidado de los zombis que me seguían, hasta que Ben me gritó que habían un par saliendo de donde yo había venido. Menudo lío en el que nos metí, seguramente estaban mejor sin mí.

miércoles, 29 de febrero de 2012

ENTRADA 24: Hasta el cuello...

Salí de la sala de los guardias de seguridad con mi plan dando vueltas por mi cabeza: tenía que haber una escalera de emergencia en caso de incendios, que por lo general debería de estar por la parte de atrás del hospital. Si llegaba hasta ahí, el camino hasta arriba llegaría a ser sencillo. El único problema era que no debería de encontrarme con muchos zombis, el arma que llevaba no tenía muchas balas.

Me dirigí hacia la entrada al hospital desde Urgencias, donde había estacionado mi camioneta, no sin antes encontrarme un par de "problemas" en el camino. Me quedaban solo un par de balas antes de vaciar el cargador que me quedaba. Salí por la puerta automática (seguía funcionando el sistema ya que el generador de los hospitales deben durar un par de días sin suministro eléctrico general. Ahí seguía la Humvee. Tal como la había dejado. Me acerqué y pude ver que la bolsa con armas seguía atrás. No habían encontrado mi vehículo, genial. 

Estaba ocupado revisando la bolsa sobre el asiento de la camioneta, cuando sentí una mano rozándome hombro. Era uno de ellos, tratando de comerme para la cena. Inmediatamente me volteé y traté de dispararle el arma, pero al parecer me había quedado sin balas mucho antes. Era una de las pocas veces que me encontraba tan cerca de uno de ellos. Eran asquerosos. Y su olor no lo mejoraba. Huelen a carne podrida (algo obvio, están en descomposición). Su mirada era vacía, pero reflejaba odio y maldad, me deseaba.

Lo único que le impedía llegar a morderme el cuello, era mi brazo que había puesto bajo su mandíbula para que no se me acercara demasiado. Se esforzaba más y más por saborear mi carne, mientras yo me debilitaba a cada momento, estaba débil por todo lo que padecí esos últimos días.

Estaba cada vez más cerca, casi no resistía, estaba acabado. De repente, me había acordado del cuchillo que le había sacado a uno de esos imbéciles que me tuvo por rehén por última vez.

Trataba de acercarme al cuchillo, lo tenía en una funda en mi pierna. Me esforzaba por alcanzarlo, tanto que en un momento casi me muerde. Cuando alcancé el cuchillo, el zombi logró resbalarse y estaba a un par de centímetros de mi cuello. En una milésima de segundo, antes de que alcanzara a morderme, le clavé el cuchillo en la parte de atrás de su cabeza, ya que el brazo derecho era el único libre que me quedaba.

De nuevo a salvo, realmente tenía demasiada suerte. Estaba empujando el cuerpo del zombi que había quedado encima mío y agarré otra de las escopetas que tenía en el bolso, otra Remington 870. Me movilicé en dirección a la escalera contra incendios, me separaba un muro hasta ella, según el mapa que llevaba. Y no mentía, ahí se encontraba.

Cuando me dispuse a saltar el muro, divisé primero por arriba de este, y no era nada agradable lo que veía. Varios zombis se encontraban ahí reunidos. No un par, sino decenas de ellos ahí en ese lugar. No tenía idea de como iba a actuar para poder llegar hasta arriba.  Me estaba cansando de estar rebosando de mierda hasta el cuello.

Para empeorarlo todo, se habían enterado de mi posición y ese "ejército" se me venía encima. 

domingo, 26 de febrero de 2012

ENTRADA 23: Círculo vicioso

No podía parar de llorar, me encontraba inmovilizado. No quedaba nadie en este mundo, nadie. No había nada por lo que seguir viviendo. Las lágrimas me recorrían la cara, estaba mirando mi pistola y preparándome para matarme. "No, debo seguir", me repetía constantemente. Estaba secándome las lágrimas, cuando me percaté que ni el cuerpo de Ben ni el de Abigail se encontraban ahí presentes. Inmediatamente me levanté y traté de buscarlos por todo el lugar. Me dirigí de nuevo hacia la recepción. 

Mierda, estaban todos reunidos ahí, y ni una señal de Abigail o su hermano. Podía escuchar como hablaban entre ellos.

- No queda nadie más vivo en este edifico, jefe. ¿Qué hacemos ahora?
- ¿Y el chico?
- No tenemos señales de él.
- Son un par de incompetentes, pero en su situación dudo mucho que salga de acá con vida.
- Vamonos de nuevo a la fábrica, suficiente trabajo por hoy, chicos. Vamos a descansar.

Ya se estaba haciendo de noche y ellos se habían ido, estaba vagando por los pasillos del hospital viendo en donde podría quedarme esa noche. De repente vi una habitación que se encontraba desocupada en el hospital y había decidido quedarme ahí. No podía dormir, no podía soportar el hecho de haber perdido a Abby, me estaba empezando a gustar, y mucho. Nunca tuve la oportunidad de decírselo, pero creo que ella ya sabía. Esa noche solo podía pensar en ella, estaba afectado. No sabía que había pasado con ella, estaba pensando que estaba muerta. Dios mío, muerta, no puedo pensar, todo eso me está afectando nuevamente. 

No podía dormir, estaba mal, realmente mal. Siempre creí que iba a ser mejor si evitaba el contacto con el resto de la gente. Ahora que lo había perdido todo me había dado cuenta. No podía vivir sin gente a mi alrededor. Era demasiado tarde, por ese pensamiento fue que todo esto había sucedido en primer lugar. Todo fue mi culpa. Otra vez tenía en mente la idea del suicidio. No soportaba esa situación. Cuando menos me lo esperaba, había podido cerrar los ojos y descansar. 

El día siguiente trataba de pensar en cualquier cosa que no sea en ella. Lamentablemente, el amor te jugaba malas pasadas y todo te recuerda a esa persona especial. Esperaba que con el poco tiempo que nos conocíamos hubiese podido poder superarla en un par de días.

El sonido del walkie - talkie me había despertado de mis pensamientos.

- Oye, amigo, ¿estás ahí? Sigo dando vueltas en el hospital, creo que he encontrado a tus amigos.

Era Liz, por la radio. Recuerdo haberme sentido sumamente feliz en ese momento, una buena noticia después de todo lo que he pasado, entre la muerte de mi padre, y las incontables veces en las que con suerte he podido salir con vida, esto realmente era bueno.

- ¿Por dónde andan? No sabes como me alegra escuchar eso, Liz. - le grité con alegría
- No te va a alegrar mucho esto. Nos encontramos en el tejado y la salida nos fue bloqueada por zombis.
- Ya pensaré en algo para sacarlos de ese apuro.

"Mierda, hable muy pronto" me dije a mi mismo mientras pensaba en que hacer. Me fui hasta la oficina de los guardias de seguridad y pude encontrar un par de planos del lugar. "Esto va a funcionar" dije. 

sábado, 25 de febrero de 2012

ENTRADA 22: Sufrimiento...

Estaba tirado en el piso. Me encontraba desmayado, pero podía escuchar las voces, podía escucharlos hablar. Estaban organizándose para la búsqueda de mis compañeros. Todavía podía sentir la ira recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Por mi culpa tal vez hayan estado a punto de morir Abby, su hermano y todo el resto de los que ahí se encontraban. Era un idiota. "Si salgo de esta, me la van a pagar" pensé.

- Oiga, jefe. Creo que los hemos encontrado. Acompáñenos, están en la morgue.
- Mierda, los encontraron - me repetía a mi mismo, mientras trataba de despertarme.
- ¿Qué hacemos con el chico? - preguntó uno de esos tipos
- Tu cuídalo y fíjate que no haga ninguna tontería por si se despierta.

Mierda, me encontraba totalmente inmovilizado. Trataba de hacer que mi cuerpo reaccionara pero simplemente no podía. Era inútil, era un simple vegetal tirado en el piso, no servía de nada tratar de ayudar. Creo haber sentido como una lágrima me recorría la cara. En un instante sentí una serie de disparos. Había un tiroteo. "Mierda, ¡es un jodido tiroteo!" pude lograr decir mientras me recorrían lágrimas a través de toda la cara. Podía sentir como se movía mi mano. Sentía el enojo, podía sentir la adrenalina.  Solo podía pensar en Abigail, en el hecho de que pudo pasarle algo. Trataba de moverme lo menos posible mientras me despertaba. No quería que el "guardia" (por así decirlo) se diera cuenta de que estaba despierto. Quería sorprenderlo.

Tenía los ojos abiertos. Trataba de analizar en que parte del salón se podía encontrar. Él estaba sentado en una de las sillas fumando un cigarro a tan solo medio metro de distancia. Inmediatamente me levanté y antes de que se diera cuenta había logrado patearlo y dejarlo aturdido momentáneamente. Había logrado sacarle el arma y un cuchillo que tenía en su pierna. Tenía otro más guardado pero no lo iba a dejar desarmado, ahora que el mundo se había ido al carajo debíamos guardar lo que quedaba de humanidad. No podíamos ser egoístas, y menos ahora, cuando más se lo necesita.

Retomando. Estaba dirigiéndome a la morgue. El efecto de la adrenalina se me había pasado, ya estaba sintiendo dolor de nuevo, me encontraba mareado, me había perdido un par de veces en el camino. Estaba realmente afectado por todo esto, tenía que descansar apenas pueda.

Estaba realmente decidido a seguir tratando de llegar a la morgue. Debía hacerlo. Seguí corriendo, sin importarme el dolor, cuando me habían embestido. Era una chica con una capucha. No se podía ver su cara, y mucho menos en toda esta obscuridad. Me había empujado contra una pared y me había sacado el cuchillo que anteriormente yo le había sacado a uno de esos hijos de puta. Se quedo mirándome un instante cuando dijo un par de palabras que tuve que esforzarme para poder escuchar.

- No puede ser, pero si eres tú...
- ¿Pero qué...? ¿De qué estás hablando?

Se había sacado la capucha y me había dicho "¿No me reconoces? Soy Liz, del colegio". Liz, o Elizabeth, tenía a su padre que había sido amigo del mío en el ejército. Fuimos a la misma escuela juntos. Eramos casi iguales. Ambos eramos unos antisociales. Tal vez podríamos haber sido buenos amigos, la conozco desde pequeño.

Me había dejado de apuntar con su cuchillo y habíamos podido entablar una conversación de lo más normal. Hablamos sobre como hicimos para terminar en todo este embrollo sanos y salvos, me comentó que se había venido hasta el hospital porque necesitaban un par de medicinas en su casa. Su casa debe de ser demasiado segura, tal vez tanto como mi refugio, pero por la ubicación, mi refugio era la mejor idea.

- Mierda, me he olvidado, me ha encantado hablar contigo Liz, pero tengo un asunto demasiado importante - le dije mientras estaba girándome para dirigirme hacia la morgue.
- ¡Espera! - me respondió - Toma este walkie - talkie, asi nos podremos poner en contacto.

Me había entregado el walkie - talkie y había emprendido el rumbo de nuevo hacia la morgue. Seguía preocupado en Abigail, no sabía que le podría haber pasado, si estaba bien, o si por lo menos seguía con vida. No iba a poder perdonarme si algo le pasaba. Estaba a un par de metros. Di la vuelta en la esquina por el pasillo y había quedado asombrado por la escena.

No había podido evitar largarme a llorar mientras entraba. Habían varios cuerpos en el piso, sangre por todas partes, la adrenalina no me había dejado escuchar todos los disparos efectuados. Estaba sintiéndome mal, estaba llorando. Me senté y me recosté sobre una de las paredes. El dolor era simplemente indescriptible. No soportaba quedarme solo de nuevo. Simplemente, no podía. La idea de suicidarme ya se encontraba entre mis pensamientos.

jueves, 23 de febrero de 2012

ENTRADA 21: Conociendo a Satanás...

Mierda. El cansancio y la fatiga estaban acabando conmigo. Tomaba decisiones incoherentes a cada momento. Mi visión se nublaba. La situación realmente estaba jodida, no sabía como iba a salir de esa. Mi mente tal vez me pudo haber estado jugando una mala pasada, pero creí haber oído voces en la entrada. Había decidido dirigirme hasta el salón principal, creía que podría haber sido ayuda.

Estaba a un par de metros, cuando de repente un tipo disfrazado de loco, de unos 34 años, con una barba de un par de días y vestido con un pantalón de camuflaje como los militares y una musculosa negra, se apareció adelante mío y poco mas me dejaba con una bala en la cabeza.

- Oigan chicos, miren lo que encontré - gritó el loco
- A ver, muéstranos, Bill - le respondió otro, que salía de entre la oscuridad que reinaba en la entrada del hospital.

Seguían saliendo más de todas partes, habían en un momento a otro casi 7 personas rodeándome, la mayoría fumando un cigarro. Recuerdo haber tosido, el olor del tabaco siempre me pareció asqueroso. Esta vez no iba a ser la excepción.

- Oye, tú. Chico, gilipollas, ¿que mierda haces aquí rondando solo? En tu estado dudo mucho que hayas logrado permanecer vivo solo. Dime, ¿dónde están tus amigos? - me preguntó.
- Estoy solo, no tengo amigos - logré responderle.
- ¿Y tú piensas que te haré caso? Dime donde están y nadie saldrá herido. Solo venimos por provisiones.
- ¡Que estoy solo, pedazo de mierda! ¡No estoy de humor para esto, tomen lo que quieran y vayanse! - les grité con todas mis fuerzas, se me había cruzado por la mente de que si les decía le harían daño a Abby.
- ¿Que haremos con el, jefe? - le dijo el que me apuntaba a uno que estaba apoyado sobre la pared del pasillo fumando un habano.
- Nos lo llevaremos con nosotros, nos servirá de ayuda. Dejaremos una carta para sus amigos. Tal vez quieran recuperarlo sano y salvo. - respondió aquel tipo.

Era la segunda vez que decidía irme y que me atrapaban de rehén. Esto iba cada vez de mal en peor. Se me cruzaba por la cabeza la idea de que yo no merecía vivir. Mierda, yo era mejor persona que todos estos. Me estaban llevando hasta la sala de espera que hay antes de la salida, cuando logré escuchar hablar al jefe.

- Revisen el hospital, encontremos a sus amigos.

Me había dado media vuelta y había gritado "¡No!" tan fuerte que se me debe de haber escuchado en todo el maldito hospital. Había logrado incapacitar a uno de los que ahí se encontraban escoltándome y estaba tratando de acercarme a aquél al que se referían solo como Satanás. El hospital era el infierno, y mi deseo de no encontrarme con el diablo había sido en vano. Que ironía. Mierda.

Estaba cerca de él, la ira y la adrenalina me habían hecho olvidar el dolor que sentía, sólo hasta que uno de ellos me pegó directo en el estómago con la culata de su arma. El dolor era insoportable, me había quedado sin aire. Me había caído al piso, y mi vista se nublaba. Me estaba desmayando. Solo recuerdo que lo último que pude pronunciar fue que no le hagan daño a Abigail. Sólo podía pensar en ella después de ese golpe. Finalmente me había desmayado.

viernes, 17 de febrero de 2012

ENTRADA 20

Había descansado un momento, cuando decidí levantarme. Estaba seguro que ningún zombi entraría ahí. La puerta era difícil de abrir a menos de que se tenga algo de coordinación. Me decidí levantarme y seguir mi camino. Seguía cansado, a cada momento se me cruzaba por la cabeza acabar con todo esto. Si no me mata uno de los monstruos, me mataba Ben. En donde me encontrase, terminaría muerto. Una idea genial.

Seguí mi camino abriéndome paso a través de los pasillos. Trataba de no encontrarme con muchas de esas criaturas, no estaba en el estado físico necesario para poder pelear con ellos, y un disparo llamaría la atención de muchos más zombis, sin olvidar el hecho de que despertaría a la gente que se encontraba en la morgue. Eso me había salvado la vida la vez anterior, pero ahora no me serviría de nada.


Estaba sólo, débil. En esta posición era un blanco fácil. Tenía que simplemente moverme. Aunque mi cuerpo no pueda, tenía que intentarlo. No podía quedarme inmóvil mientras veía como trataban de devorarme todas esas monstruosidades salidas del infierno. En cierta manera estoy agradecido por lo que sucedió, la mayoría de la gente era una mierda. Ahora hay menos, más difícil de encontrar en su estado puro (léase, vivo), y más fácil de encontrar en su estado contaminado (léase, zombi). Mejor. El mundo de por sí se estaba yendo al carajo antes de esta situación, y una vez en el refugio, podría olvidarme de todos los problemas durante un tiempo.

Mientras me encontraba sentado, había empezado a llorar después de esa reflexión. Cuanta gente inocente debe haber acabado como una de esas cosas, tanta gente que no debe merecer haber acabado así. No entendía nada, no se por qué yo seguía peleando por mi vida mientras la mayoría de ellos pudo haber sido mejor persona que yo. Tenía que estar agradecido por la suerte que me había tocado. 



Tenía que volver. Abigail me caía bien, es más, me estaba empezando a gustar mucho. Era una buena chica. Ella merecería vivir más que cualquiera de nosotros los que sobrevivimos. No podía hacerle esto de irme, y menos de negarle un buen refugio donde quedarse. Era lo mejor que cualquiera podría ofrecerle en este mundo.

Inmediatamente me había levantado y me había dirigido con destino a la morgue de nuevo. No me vendría mal algo de compañía de ahora en adelante.  Me sentía totalmente solo en este mundo. De por sí ya lo estaba antes, pero ver que ahora realmente me encontraba así... Tenía que controlarme o iba a acabar con un disparo en la cabeza cualquiera de estos días. La adolescencia no es fácil, y esto no lo facilitaba. 


viernes, 10 de febrero de 2012

ENTRADA 19: Sobre el virus y algo más...

Bueno, realmente no me encuentro en el mejor estado físico para poder estar escribiendo esto en este momento. Estoy adolorido después de todas las cosas que hay que hacer para mantener nuestra supervivencia en este nuevo mundo. Como había prometido en un par de entradas anteriores, he escrito esto con la intención de explicarles como fue que empezó, la información que tengo sobre el virus y cómo funciona.

Para empezar, este virus nació en un laboratorio en alguna parte del continente asiático, con el propósito de crear una máquina perfecta asesina, pero parece que se les escapó de las manos y ya conocen el resto de la historia: el mundo se fue al carajo, bla bla bla, aquí estamos el día de hoy, en un refugio en el medio de la nada, con toda la civilización en ruinas y estamos arruinados, jodidos, cogidos por la vida misma. Esto era una mierda.

El virus

Bueno, el virus si mal no recuerdo era llamado A74. Era algo básico, convertir a la gente en no-muertos para después ser unos asesinos, demasiados buenos a mi parecer.
Según las noticias, había que evitar el contacto físico. Mierda. Podían tocarte pero a menos de que te rasguñen o te muerdan, mucho no podían hacerte. 
La forma de transmisión es a través de los fluidos: saliva, sangre, entre otros. Si te mordían en alguna extremidad, esta tendría que ser amputada inmediatamente si se quería seguir con vida. 
Para acabar con ellos necesariamente hay que propinarles un fuerte golpe en la cabeza, médicamente hablando, había que desabilitar su cerebro para que deje de funcionar. Al parecer el resto de su cuerpo no funciona. No hay un riego sanguíneo, su corazón no funciona, así como casi todos sus órganos a excepción de su cerebro. El encargado de que se sigan moviendo.

Ellos se mueven por instinto, solo desean una cosa: comer a todo ser viviente que se mueva, sobre todo si es humano y todavía está fresco.

Aún me falta algo. Ya sé, el tiempo de incubación del virus. Bueno, si el virus es inyectado en la sangre directamente puede pasar hasta una semana para que el infectado se convierta en uno de ellos. Pero ahora, si directamente una persona es mordida, puede pasar entre un par de minutos hasta un máximo de un par de días, dependiendo la gravedad de la mordida. Y el tiempo entre la muerte del infectado hasta su posterior reanimación varía entre un par de horas y unos minutos. 

***

Continuando con la historia...

Estuve un buen rato en silencio, no podía creer lo que estaba pasando. Pude haberlo imaginado, pero no lo esperaba en ese momento, lo esperaba más adelante. Es más, probablemente haya habido un momento en el que quise que no pase nada. Su hermano estaba a punto de matarme. Tuve que negarme al beso después de haber visto como la mirada de su hermano estaba fija en mí. No iba a poder dormir esa noche, podría haber terminado en alguno de los pasillos del hospital siendo devorado por varias de esas criaturas.

- Por favor, no hagas esto ahora- le susurré a Abigail para que parara- Mira a tu hermano, le tengo más miedo a él que a los zombis.

Me había dejado libre, pensé que se había enojado, pero creo que se había ido a discutir con su hermano en la otra parte de la sala, donde no había nadie. Mierda, estaba seguro que de esa noche no salía vivo. Traté de dormirme después de que apagaron todas las luces, pero aquellos dos seguían discutiendo. Abby había vuelto y me había dicho "descansa, mi amor". De nuevo, había quedado sorprendido. Pero la cara de su hermano me asustaba.

Lo siguiente no fue nada especial, esperé a que todos se durmieran y agarré mis cosas. No iba a esperar a que alguno de estos locos quisiera matarme. No de nuevo, en el estado en el que estoy, no podría hacer mucho. Me encontraba en el pasillo cuando un dolor en el costado izquierdo de mi abdomen me hizo estremecer completamente. Iba a tener que descansar en algún lado. Me dejé caer, y me senté apoyándome contra la pared en uno de esos pasillos para tomar aire. Creo que me he olvidado la puerta de la morgue abierta. Jodida mierda.

martes, 7 de febrero de 2012

ENTRADA 18: La jaula de los leones

Me encontraba totalmente agotado. Estaba tirado en el suelo, viendo cómo a pasos lentos se venían a mi todos los zombis. Era mi final. Apenas tenía fuerzas para levantar mi brazo, no iba a poder hacer mucho en esa condición. Estaba mareado, tenía la vista nublada, estaba por desmayarme. Simplemente no daba más.

Se estaban acercando, mi final estaba cerca. No podía terminar así, no de esta forma. Había luchado demasiado (relativamente) como para acabar ahí. Trataba de arrastrarme hasta llegar a algún lugar donde pueda aguantar un poco más y recuperarme sin que me hagan daño. Miraba para atrás y veía como se me acercaban, "esto no va a resultar" pensé. Me volví a recostar sobre el mueble de la recepción.

Me estaba por desmayar completamente. Era lo mejor, no quería estar despierto mientras aquellos me tenían como su almuerzo. Apenas había podido escuchar el par de disparos que se habían realizado. Escuchaba voces, creía que era producto de mi mente, que me estaba volviendo loco. Sólo me quedaban pocos segundos. Ya estaba cerrando los ojos. Había creído escuchar que gritaron mi nombre. Era Abby y su hermano. No entendía nada. Trataba de decirles que uno de esos hijos de puta me había golpeado varias veces y me había sacado mis cosas. Creo que habían entendido el mensaje, pues Ben había ido en el mismo camino que por el que fue el otro. Simplemente me dejé caer y me desmayé.

Podía escuchar como hablaban. Trataban de levantarme, pero no podía hacerlo. De las horas restantes no recuerdo mucho. Sólo tengo en mi mente recuerdos vacíos, pequeñas charlas que tuvieron durante las horas que me cuidaron.

Me desperté en la morgue de nuevo, sobre una de las camas donde anteriormente tenían a los muertos. Al ver eso, me asusté y quise salir corriendo, pero un dolor me recorrió todo el cuerpo cuando traté de levantarme.

- Tranquilo - me dijo Abby con su dulce voz - Te encontramos en el edificio del helipuerto. Ben encontró al tipo que te hizo esto. Estaba tratando de escapar, se resbaló y varios zombis acabaron con él, pero mi hermano recuperó todas tus cosas. Ahora descansa.

Me había vuelto a recostar, tranquilo, sabiendo que posiblemente no me irían a secuestrar de nuevo. Me encontraba descansando, charlando con Abby.

- Estuve preocupada por ti - me dijo - ¿lo sabías?
- Supongo. He recibido una paliza y ni siquiera pude defenderme - le respondí.

Habíamos tenido un momento de silencio, cuando me besó. Había quedado sorprendido. Realmente no me esperaba eso. No en ese momento, realmente pensé que eso iba a pasar más adelante.

Su hermano me estaba mirando con desprecio. Creo que no me veía como alguien que podría estar con su hermana. En este mundo es cuando más debería de cuidarla. Creía que tenía que cuidarme mis espaldas si llegase a estar sólo con él. No quería terminar en "la jaula de los leones".

lunes, 6 de febrero de 2012

ENTRADA 17: Callejón sin salida.

No podía respirar. No podía pensar, me encontraba acorralado en un callejón sin salida. Me había podido levantar, pero había necesitado mucho esfuerzo. Ya de pie, me empujo con la culata de la Remington que me había sacado.

- Apúrate, dime hacia donde es - me dijo.

No podía hablar, todavía me faltaba el aire y me encontraba mareado. Recuerdo que un poco más adelante habían dos zombis que nos habían visto y se nos venían encima. Con mucho esfuerzo había podido decirle la frase "¡¿vas a disparar o vas a dejar que nos coman primero?!". El golpe que me había dado había sido demasiado fuerte. Después de haber efectuado los dos disparos me dijo que me apure y me volvió a golpear. Me encontraba enojado, pero en la posición en la que me encontraba no podría salir muy beneficiado de la situación. Había caído al piso de nuevo. Estaba escupiendo sangre. Me agarró del brazo y me levantó.

- Chico, ya te hubiese matado, pero eres mi esperanza de salir de aquí. No es nada personal - me había dicho, de nuevo con ese tono burlón. - Apúrate, esos disparos deben de haber atraído a un par de zombis y algo de compañía.

Ya nos encontrábamos en el lugar donde había acabado Ben con la mayoría de los zombis, y le había dicho que siga por el túnel derecho.

- Ahí vas a encontrar el Humvee, ahora por favor, déjame tranquilo - le dije, con una furia que me recorría todo el cuerpo.
- ¿Te crees que esto ha terminado? Tu vienes conmigo.

Y para el colmo, esa pesadilla no terminaba. Tenía que seguir aguantándolo, en ese estado en el que me encontraba no podía durar mucho. Me encontraba pensando en por qué mierda me había ido de ahí. Sino hubiese sido tan egoísta, nada de eso hubiese pasado. Ya se me estaba haciendo común maldecir, ya era prácticamente un hábito en ese mundo apocalíptico. Quien no lo haga, tenía que estar loco, de alguna manera tenía que encontrar la forma de descargarse.

Nosotros con ese loco que me acompañaba continuamos nuestro camino, ese pasillo parecía interminable, y cada par de pasos, me caía o necesitaba descansar. Ese tipo estaba lo suficientemente cuerdo como para tenerme paciencia y no matarme en el intento, sabía que si me mataba sus posibilidades de encontrar ese vehículo eran más imposibles que ahora.  Ya habíamos llegado al edificio en el que habíamos entrado Abby y yo el día anterior en la búsqueda por su hermano, cuando logré decirle:

- Ahí afuera está, toma las llaves - le dije mientras tenía las llaves del Humvee en mis manos.
- Listo, ya no me sirves más, mocoso - me respondió.

Tomó mis llaves y se volteó. Por un momento pensé que eso había acabado, cuando de repente, dio media vuelta y me pateó en el pecho, tirándome hacia atrás. Ya no tenía fuerzas para levantarme. Se me acercó y me apuntó con el arma. No podía pronunciar una sola palabra, me encontraba débil. Toda mi vida había pasado frente a mis ojos, pensé que iba a morir ahí.

- Ni loco te mataré yo. Dejaré que uno de estos que andan por aquí acaben contigo. - me respondió.

Mi cuerpo estaba repleto de ira. Se estaba marchando y me había dejado con un par de zombis, todos en mi dirección. No podía moverme, me faltaba el aire, me encontraba indefenso, no tenía ni una puta arma. Fue la primera situación en la que realmente me encontraba jodidamente jodido. Tenía que hacer algo, esos caníbales no venían precisamente a invitarme a una fiesta. Yo era su botín.

sábado, 4 de febrero de 2012

ENTRADA 16: Trastornos psicológicos

Habíamos pasado aquella noche en ese lugar. El frío era tremendo, no me había dejado dormir en toda la noche. De saber que iba a terminar ahí, hubiese bajado la campera del Humvee. No confiaba en ninguno de los que estaban ahí plácidamente durmiendo, solo en Abby y en su hermano, que por lo que me contó, era un buen chico. Que hacía en el ejército, ni puta idea, no me interesaba saber. "Mañana mismo me voy de este jodido lugar" pensé. Pero se me había cruzado por la mente no tener que dejarlos a ellos dos a su suerte. Ben podría servirme por lo menos para cubrirme la espalda, había visto la precisión de sus disparos y su tranquilidad ante todo. Y Abby, bueno, no hay mucho que decir de ella, ya me había encariñado a pesar del poco tiempo. El problema era decirles que vengan solamente ellos conmigo sin que decidan traer a los demás, no podía traerme a las aproximadamente 8 personas que ahí se encontraban. Recuerdo que el día anterior me habían presentado a todos, pero no estaba interesado en conocer a ninguno.

Esperé hasta la mañana siguiente para que Abby despertara. Realmente estaba odiando esto del apocalipsis, antes de todo esto mi vida tal y cómo era, simplemente era perfecta. No hablaba con nadie, menos problemas para mí. Pero esta jodida mierda que nos vino a ocurrir, va a sonar algo normal en una situación así, pero me cabreo totalmente. Era un antisocial que a nadie le importaba. Necesito descargar toda mi ira y mi frustración, sino, ¿con qué otro propósito estaría escribiendo esto? A nadie le importaría saber sobre los últimos días de un joven de 18 años cuando el mundo se fue al demonio. Nadie encontraría mi relato. Sólo necesito descargarme, eso es todo.

Continuando, seguí meditando en silencio en esa fría, oscura y silenciosa morgue esperando a que despertara, pero parecía que no lo haría por un buen rato. Más tiempo de pensar. Genial.

Estos zombis le jodieron el mundo a cada uno de manera distinta. A la mayoría de la gente le debe de costar adaptarse a un mundo en el que las personas te ven como su potencial almuerzo, y no esa gente con la que podías hablar un rato. A mí, por ejemplo, me ha arruinado con el hecho de que ahora tengo gente que cuidar y proteger. Y además, de tener compañía en el refugio. 

Ya estaba cansado, de manera lenta recosté a Abigail sobre el hombre de su hermano, había decidido marcharme y dejarlos a su suerte. Se me cruzaba por la cabeza el que no iba a poder lidiar con esto de quedarme solo en mi refugio, pero ya había estado varias semanas sólo, así que pensé que podría no haberme afectado.



Me levanté del piso y retiré mis cosas del rincón donde las había dejado. Me dirigí hacia la puerta y miré de que no haya habido uno de esos "caminantes" por ahí dando vuelta. El pasillo estaba libre. Despacio cerré la puerta y me dirigí hacia la salida que me conduciría hasta mi vehículo, y por fin podría irme a mi refugio.

Me encaminé hacia la salida que quedaba solo a un par de metros, cuando sentí un ruido detrás mío. Giré y no había nadie, en un principio pensé que estaba siendo un paranoico, así que seguí. De repente, escuché un par de pasos rápidos que se dirigían hasta mí, y antes de darme cuenta, un tipo vestido de militar, de unos probablemente 37 años, me embistió y me tiró al piso.

- ¿Piensas que podrás marcharte así como así? Eres mi oportunidad de salir de aquí con vida.

El muy bastardo me había sacado mis armas. Seguro ese desgraciado me había visto salir y me había seguido. Y para empeorarlo todo, me estaba llevando como rehén. Jamás había insultado en mi vida como lo había hecho esa mañana. Momentos como esos son los que me hacen desear ir acompañado de alguien. Era demasiado tarde. Me apuntaba con el arma y me hacía indicarle por donde ir para encontrarse con el Humvee.



- Eres un maldito loco, ¿lo sabías, no? - logré decirle, pero eso sólo había causado que me pegue una patada en la espalda, dejándome sin aire durante unos instantes.
- Cállate la boca, mocoso. No le hables así a tus mayores, ten más respeto. - me dijo, en un tono burlón.

viernes, 3 de febrero de 2012

ENTRADA 15: Entre la espada y la pared.

Estaban cada vez más cerca, recuerdo haber empezado a maldecir como condenado en voz alta mientras se acercaban todos ellos. No podía apuntar de manera decente, sentía miedo, pensé que mi vida iba a acabar en ese momento. Ya estaba pensando en acabar con nuestras vidas antes de terminar como ellos.

No fue hasta que escuché la voz de Abigail gritar "Ben", casi tan fuerte como para dejar sordo a cualquiera, que pensé que íbamos a ser salvados. Ella había corrido hasta un joven de 27 años con uniforme militar. Eso me explicaba el profesionalismo con el que había acabado con los zombis que ahí reposaban tirados en el piso. De repente, ese chico comenzó a dispararle a las criaturas que se nos avecinaban, sin dejar a una sola en pie.

- No hay mucho tiempo - nos dijo - la mayoría de los que andan aquí cerca deben de haber escuchado los disparos y se deben de estar dirigiendo en esta dirección. Síganme.

Nos hizo caminar de manera rápida, sin apenas pronunciar una sola palabra, hasta la morgue en el sótano. Parece que ahí se habían ocultado después de ver como eran aplastados con la ofensiva de los muertos vivientes. No sienten dolor, no tienen sentimientos, casi nada los para. Eran máquinas asesinas perfectas, y ahora que digo eso creo que sé cual era la causa que empezó todo esto. En la entrada siguiente voy a escribir sobre este virus. Simplemente ahora no lo haré.

La morgue no debe haber sido el mejor lugar para descansar antes de todo esto, pero en comparación al resto del hospital, eso era el cielo.Una vez que había cerrado la puerta, Ben, el hermano de Abby, había empezado a hablar.

- Gracias por haber cuidado de mi hermana durante todo este tiempo. Te lo agradezco, pero no creas que te dejaré que le hagas algo. - me dijo con un tono serio.
- Pero, ¿de qué estas hablando? - Le había respondido sorprendido.
- No te me hagas el tonto, chico listo. Sabes muy bien de lo que hablo, he visto como has mirado a mi hermana.
- Pero si entre nosotros no pasa nada. - Cada vez me encontraba más nervioso.
- Oye, no le trates así. - me interrumpió Abby para decírselo a su hermano - no te incumbe si entre nosotros hay algo o no.
- ¿Pero qué...? ¡Pero si entre nosotros no hay nada! - Le respondí nervioso
- Tu sabes que sí - me respondió, pero rápidamente se había dado cuenta de algo en la habitación. - ¿Quiénes son todas estar personas, Ben?

Sí, así era, nosotros no éramos los únicos ahí. Habían un par más de personas en ese frío lugar. Sólo habían 3 o 4 con uniformes de militares, y 2 o 3 civiles, médicos al parecer por la bata que llevaban puesta.

- Son los sobrevivientes que quedamos de la masacre que ocurrió en el hospital hace unas horas.
- ¿Masacre? - preguntó Abby, sorprendida por lo que había dicho su hermano.
- Lamentablemente, así fue.
- ¿Y mamá no...?
- No, Abby, no la he visto, pero lamentablemente hay que pensar que podría ser uno de ellos.

Se lo notaba preocupado, triste con cada palabra que decía. La verdad era difícil darse cuenta, su aspecto de serio escondía todo eso. Súbitamente, Abigail se había largado a llorar y me abrazó. Simplemente no podía sacármela de encima y tampoco había tenido la reacción suficiente como para negarme. Debe haber sido la noticia más impactante que debe haber recibido en su vida, y lamentablemente, la comprendía.

miércoles, 1 de febrero de 2012

ENTRADA 14: A las puertas del infierno

Y la vida me volvió a coger. Estaba empezando a odiar eso, cuando creía que todo me podía salir bien por una  sola vez, todo se iba al infierno de nuevo (palabra de moda en aquellos días). Se me había cruzado por la cabeza, ya un par de veces, que tenía que agarrar una de las armas y dispararme. No tenía intención seguir viviendo a sabiendas de que este es un mundo dominado por los zombis. Algo jodido de verdad, pero después está esta chica, Abigail, que no hubiese podido dejarla a su merced. Tenía en mente que lo mejor era encontrar a su hermano y dejarla con él. La ira me había invadido, no quería hacerme cargo de otras personas por más egoísta que haya sonado, pero ese era un nuevo mundo. Nuevas reglas. Nuevas maneras de jugar. Me había ablandado demasiado con la muerte de mi padre. No es algo de lo que me haya podido recuperar en un día para otro. Eso explicaba mi comportamiento con Abby. Me sentía débil emocionalmente, y simplemente no quería estar solo de nuevo. Me había quedado sin seres queridos. Y esa, señores, es otra de las frases del momento, algo que en esos días se escuchaba demasiado. Pero posiblemente haya sido yo y me haya estado convirtiendo en un psicópata, quien sabe. No quiero empezar a analizarme, así que continuaré.

Por irónico que fuera, estaba buscando las llaves de la entrada al Infierno. Tuvimos que ir hasta la habitación de Seguridad para tratar de buscar alguna tarjeta magnética que nos lograra abrir esa puerta. Me encontraba maldiciendo por lo bajo en esa pequeña oficina donde habían un par de monitores mostrando la información que recibían de las cámaras de seguridad, cuando escuché gritar a Abby. "Lo tengo, la encontré" me dijo, con una leve sonrisa en el rostro. "De acuerdo, vamos" le respondí. Tenía ganas de largarme de ahí. No era ese el mejor lugar del mundo para encontrarse, habían un par de cuerpos sin vida en los pasillos de este edificio. Inmediatamente emprendimos rumbo hacia la puerta  electrónica que estaba en el sótano. Me sonaba a metáfora: descender para encontrarme con las puertas al Infierno. Dios, que irónico es el destino. Y aquí vamos, ironía es otra de las palabras del momento.

Cruzar ese túnel era escalofriante. Había sangre y cuerpos por todos lados. Nada mal para el infierno. Aquí se había librado una batalla no hace mucho tiempo antes de que nosotros pasáramos por ahí. No había duda de que su hermano había pasado por este pasillo. Dejó una masacre en su camino y el olor no lo mejoraba, ahí era espantoso gracias a todos los cuerpos que se encontraban en descomposición. Pero nos había facilitado todo el trabajo. Los símbolos de su paso por aquí nos indicaba que ese era el camino correcto, y por lo que Abby me había dicho antes, su hermano ya transitó por estos pasillos anteriormente.

Cada vez nos encontrábamos más cerca de nuestro destino, el pasillo estaba llegando a su fin, cada vez estábamos más cerca de nuestro destino final: las puertas del infierno, del hospital o como quiera llamarle el lector, no me importa un carajo simplemente. Nosotros continuamos nuestro camino hasta llegar a esta, esperábamos que ese viaje no nos haya resultado en vano, sino nos hubiésemos cabreado en serio. Seriamente me había resistido a decir muchas vulgaridades frente a ella, pero si la vida nos hubiese vuelto a agarrar desprevenidos, posiblemente hubiese quemado el edifico entero con la rabia que me podría haber agarrado.

Así que bueno, ahí nos encontrábamos, abriendo la puerta del infierno. Y como era de esperarse, recibimos una muy cálida bienvenida. Por un lado, un par de zombis inmóviles en el piso, cada uno con un sólo disparo en la cabeza y por el otro aún quedaban un par más. Ese tipo era un maldito profesional. Aún tenía muchas dudas sin resolver, como saber quien puñetas era ese gilipollas de su hermano, el que nos había metido en el lío que se nos venía encima en ese momento. Puede haber acabado con varios, pero ahí aún teníamos unos 10 u 11 todavía en pie, mas un par que solamente podían arrastrarse por su falta de extremidades inferiores.

Y he aquí la historia de cómo la vida nos cogió de manera interesante hasta ese momento. Estábamos jodidos en esa situación. Abby nunca había usado un arma en toda su vida, y yo supongamos que no había llevado un ejército conmigo. Era realmente reconfortante en ese momento saber que mi espalda se encontraba bien cuidada.

lunes, 30 de enero de 2012

ENTRADA 13: Nadie muere virgen.

No había forma alguna de que su hermano haya pasado a través de eso, era imposible, pero sin embargo, Abby se encontraba fuertemente convencida de que ahí se encontraba. Dudo mucho de que haya ido ahí por una simple penicilina, para el caso de "que la necesitaran". Debía de haber algo escondido en eso, pero no le pregunté, no me parecía correcto.

- Debemos irnos rápido - le dije - Todos esos zombis que se nos avecinan no vienen precisamente a hacer una nueva amistad.

Me había mirado con cara de sorpresa. Claro, su hermano podría estar a menos de 50 metros y no podíamos hacer nada. Rápidamente puse marcha atrás y nos fuimos de esa calle, otra vez pensando que hacer. Eso de pensar y tomar decisiones ya se me estaba poniendo tedioso, sobre todo porque no estaba acostumbrado a ellas, y la consecuencia de una de esas se vería reflejada tiempo más tarde. Historia que contaré otro día.

Se notaba que estaba pensando en algo, pero mucho no podía contemplar. Cada vez que la miraba, ella lo notaba y se sonrojaba. Además, siendo un poco tímida al comienzo, mezclado con que no me gusta hablar demasiado, obteníamos como resultado ese silencio casi inquebrantable entre nosotros. Por supuesto, eso fue al comienzo, pero de nuevo, esa es otra historia para otro día.

- Tengo un plan - me dijo, interrumpiendo ese silencio anteriormente mencionado - El helipuerto del hospital se encuentra a un par de cuadras y tiene un túnel subterráneo que lo conecta con este. Era utilizado como una manera rápida para transportar heridos y órganos a trasplantar.
- ¿Cómo sabes eso? - le pregunté sorprendido.
- Tuve la oportunidad de ver como funcionaba el hospital gracias a mi madre. Trabaja como médica en el hospital. Trabajaba, no se. 

Esto último me había dicho con un par de lágrimas rozándole sus mejillas. Se nota que estaba preocupada por su madre, y algo me decía que su hermano no fue por penicilina. Creo que ella sabía eso, pero no me lo debe de haber dicho por temor a lo que yo pensara. Tal vez también sabía que era suicida. De todos modos, era una situación jodida, y estoy seguro que el hermano entró por ese túnel que ella me había mencionado. Genial, más gente que buscar era algo que no me apetecía en esa situación, pero no podía negarme, se lo había prometido.

Le dije que me indicara cuál era el camino y ella me señaló de manera tranquila dónde debíamos doblar y todo lo demás, hasta que habíamos llegado. El predio que rodeaba el helipuerto era grande, rodeado por un alambrado en todo su alrededor. La puerta estaba antiguamente custodiada por un guardia de seguridad, que cuando pasamos lo vimos convertido en uno de esos monstruos. Pobre, nadie merecía acabar así, y no se por qué yo tuve mayor suerte que él. Nunca entenderé que fue lo que pasó, las noticias nunca dieron mucha información sobre esto, y la vida, bueno, de la vida no hay mucho que decir, solo sé que ninguno de nosotros morirá virgen, la vida nos cogerá a todos. Sabias palabras de Kurt.

La puerta de la entrada no costó mucho volverla a abrir, era corrediza, por lo que me había bajado a abrirla, y no habían muchos zombis ahí dentro. El túnel de entrada fue lo más difícil de encontrar, tuvimos que entrar al edificio principal del helipuerto para poder encontrarla. Y atravesar la puerta que nos llevaba al hospital no era muy sencillo, estaba cerrada electrónicamente y solo se podía abrir con la tarjeta electrónica. Y aquí es cuando la vida nos vuelve a coger. 

sábado, 28 de enero de 2012

ENTRADA 12: Tan cerca pero tan lejos.

Así que ahí estaba, mirándolos como trataban de acercarse a mí. Nos separaba un pequeño muro de poco más de un metro, no resistiría mucho, pero me daría tiempo para idear algo. Y si no lo hacía rápido, iba a estar acabado. Me había puesto a pensar y a analizar el lugar. Hasta el Humvee no debía de haber habido ni 5 metros. Realmente estaba jodido. Me había tirado sobre uno de los grandes tablones de madera que habían ahí que se utilizaban para que la gente se siente.

No había durado ni un sólo minuto cuando me levanté. Sabía cuál iba a ser mi salvación. Estos tablones tenían medio metro de ancho por un total de 7 metros de largo, eran un perfecto plan para poder escapar de ahí. Corrección, era el único, y encima, el más arriesgado. Me exponía mucho a los zombis, pero era mi única oportunidad de salir de ahí.

Habré estado un momento meditando como sacarla de dónde se encontraba, cuando me había fijado que solamente se encontraba apoyada. Menuda suerte la mía, eso me lo había facilitado bastante. Había retirado ese tablón y lo ubiqué en uno de los tablones inferiores que se encuentren a la altura del techo de mi vehículo, y con un gran esfuerzo, pude posicionarla de manera que pueda cruzar "sin problemas" hasta el otro lado. Me había parado en el y lo había probado: caminé un poco para probar su estabilidad y ver que no se me mueva demasiado. Funcionaba, parecía una de las locas ideas de Kenny cuando estaba "alegre".

Me propuse avanzar, despacio al comienzo. Podía ver como trataban de agarrarme con sus manos, pero no sé porque en ese momento me sentía confiado: grave error. Ya me encontraba a poco más de la mitad del trayecto, cuando sentí algo en mi pierna que me jalaba hacia abajo. Uno de ellos me había agarrado en el talón y me quería para el almuerzo. Tironeaba con todas sus fuerzas, cuando más de ellos se acercaron para querer probarme. Me encontraba algo nervioso y asustado, cuando le empecé a patear para frustrar su intento de devorarme. "Esto no resulta", pensé, cuando se me había ocurrido usar el arma. Saqué mi Remington 870 y apunté a su cabeza. El disparo había cruzado en limpio, justo en la frente, entonces le volví a patear para poder librarme de él y salir de ahí. Avancé deprisa, hasta que llegué al techo del Humvee. Todavía le doy las gracias a mi padre por haber tenido este vehículo: la "ventana" que tenía en la parte superior era una escotilla donde se encontraba el soldado que manejaba el M60, un rifle de calibre .50, lo que me iba a facilitar el acceso.

No me tardé mucho en abrir la escotilla y en meterme. Una vez que la cerré, pude ver de más de cerca como los zombis trataban de comerme, pero los vidrios tenían varios centímetros de grosor, ni las balas pueden atravesarlo. Me senté en el asiento del conductor y traté de ponerlo en funcionamiento. No respondía.

- ¿Justo ahora me vienes a fallar, maldito infeliz? ¡Arranca de una vez! - le grité con todas mis fuerzas, y justo arrancó.

Recuerdo haber hecho un grito de felicidad porque cada vez estaba más cerca de poder salir de ahí. Rápidamente metí marcha atrás y me dirigí hacia la puerta, no sin antes atropellar a un par de esos en el camino. Me sentía un jodido cowboy. Juro que me hubiese comprado uno de esos sombreros después de aquella hazaña, pero los negocios estarían cerrados. Dudo mucho que por vacaciones. Al salir a la calle, puse primera y aceleré en toda marcha hasta la entrada de la escuela, la cual queda a la vuelta de la esquina. Frené, me posicioné en la entrada y toqué la bocina para que Abigail saliera. Ahí estaba ella. Me bajé del auto y fui a buscar las cosas que tenía para ayudarla a subir. Puede que el mundo se haya ido al demonio, pero no quería que los modales desaparecieran. Ahora no estoy sonando como yo mismo.

- Estaba preocupada por ti - me dijo, con un cierto grado de timidez - ¿Qué han sido esos disparos?
- Nada de lo que preocuparse, ahora sube, tenemos algo de compañía - le respondí.

Le había abierto la puerta del acompañante y en el asiento de atrás subí todas las cosas. Me subí al auto y nos largamos de ahí. El hospital solo estaba a un par de cuadras, no era muy lejos, pero al ver lo que nos aguardaba, nos quedamos mudos.

- Como no lo he pensado antes, el hospital es el último lugar adonde ir en caso de zombis.
- ¿Y tú como lo sabes? - me respondió, entristecida por la escena de adelante.
- He visto muchas películas cuando era más chico.

La escena era aterradora. Deben de haber habido cientos, o sino, miles de zombis ahí reunidos alrededor de la zona del hospital. Había sangre y marcas de disparos por todas partes: no había duda de que ahí se había librado una batalla no hace poco. No sabíamos adonde ir, ni si su hermano hubiese llegado ahí sin antes haber sido alcanzado por una horda de muertos vivientes. Estábamos desorientados, y al verla a ella, al ver su mirada llena de tristeza, creo que en ese momento se le cruzó por la mente la idea de que le haya pasado algo a su hermano.

- No te preocupes - le dije, tratando de reconfortarla - Encontraremos a tu hermano.

ENTRADA 11: Una serie de encuentros desafortunados.

Me había arrepentido de decirle que íbamos por su hermano. En ese momento era una total desconocida y estaba por sacrificar mi vida por alguien que posiblemente ya esté muerto. No entendía cómo semejante estupidez se me podía haber cruzado por mi mente. Pero lamentablemente no podía decirle que no, no podía decirle que su hermano estaba muerto, y además, dejarla por ahí sola, a la merced de los zombis. Por más que haya odiado "socializar", no era una persona tan egoísta como para hacerle eso.

Ambos nos habíamos levantado y nos encontrábamos listos para partir. Era increíble el silencio que nos rodeaba. A mi me gustaba, pero a ella parecía molestarle. De vez en cuando hablábamos, pero nuestras charlas no duraban mas de 2 minutos. Cuando estaba todo listo, le pregunté "¿Vamos?" y me respondió "Si, estoy lista". Saqué todas las cosas que había puesto contra la puerta el día anterior y me fijé que no haya nada en los pasillos que nos sea una molestia. No había nadie. Ahí le dije que teníamos el camino libre y avanzamos por los corredores.

Habíamos llegado a la puerta que nos separaba del gimnasio, la había abierto, pero inmediatamente la había cerrado. "Estamos jodidos" le dije. "Los zombis han logrado entrar al gimnasio, y si nos ven, estamos acabados. Están por todas partes. Están rodeando el Humvee". No había podido evitar ver su cara cuando le dije: reflejaba tristeza. No podía soportar la idea de decepcionarla, no así.

- Idearé un plan, no te preocupes - le dije, tratando de hacerla sentir bien.

Habíamos vuelto a la oficina del director, donde había recordado haber visto un par de planos del lugar. Después de haberlos visto por un momento, había ideado un plan y se lo conté.

- Escucha, este es el plan, me infiltraré a través de los tubos de ventilación hasta el gimnasio. Desde ahí trataré de saltar al techo de mi vehículo. El techo no debería de estar muy lejos, debe de estar a un metro o un metro y medio, por lo que mucho daño no me haré al aterrizar. Una vez ahí, trataré de abrir la ventana que tiene en el techo y entraré, arrancaré el auto y lo llevaré hasta la entrada. Quiero que me esperes del lado de adentro para estar segura, sin que nadie te vea.
- Es una misión suicida - me respondió.
- Es lo único que tenemos. ¿Tienes alguna otra idea en la mente?

Se había callado, y había agachado la cabeza, mirando al piso. Se la notaba preocupada, pues claro, su única esperanza de salir de ahí posiblemente quede en la nada.

- Toma esta pistola - le dije, con una Glock .45 en mi mano - Posiblemente la necesites, sólo por si acaso.

Había dudado por un momento, pero finalmente había aceptado.

- ¿Sabes como usarla, no?
- Si, - me respondió - mi hermano me ha enseñado a usar una, una vez.
- Bueno, nos vemos en la entrada.
- Ten cuidado - me respondió, con una mirada de tristeza.

Me había girado hacia la puerta y la cerré. Después de eso, me fui hasta el baño de varones, desde donde recordaba haberme metido ya un par de veces con Kenny para fumar en medio de las horas de clases, además de que a veces nos escondíamos en la ventilación para espiar en el baño de chicas. Siempre eran sus ideas, yo solo no tenía nada que hacer y el era algo así como un amigo. Había quedado sólo después de su episodio como Superman. Ese jodido idiota había terminado en más de una ocasión bailando semidesnudo a las pocas fiestas a las que me llevó. Retomando el tema, me encontraba arrastrándome a través del pequeño tubo de ventilación hasta que pude ver desde uno de las rejas que tienen estos lugares que mi Humvee estaba un poco más adelante.

En un momento, sentí un ligero crac delante mío, y pude ver como en un instante una parte de la ventilación en la que me encontraba cayó al piso, quedando entrecruzada contra el resto del tubo y el piso.  Me había resbalado y me había caído sobre las gradas de la tribuna. Ahora todos los zombis se me venían encima. Tenía que pensar en algo, y rápido.