martes, 3 de abril de 2012

SEGUNDA PARTE - ENTRADA 29: Problemas familiares

No había tenido ninguna relación con alguna chica en toda mi vida. La muerte de mi madre había hecho que me convirtiera en alguien totalmente cerrado al exterior, con casi una nula demostración de mis sentimientos a los que pudieron llegar a ser mis seres queridos en las épocas de la civilización humana. No había experimentado el amor, no lo conocía. Me sentía raro, lo veía en todas partes, en todas las personas de mi edad, como algo común. Pero yo no.
Existían millones de cosas que hacían las felices parejas enamoradas, seguro ahora comiéndose entre sí, pero antes, eran las citas, los regalos, entre otras cosas. Cosas comunes que hacían. No he vivido su experiencia, nunca me importó, y doy gracias por eso ahora. No he perdido muchas cosas con el apocalipsis zombi que se nos vino encima, desde el punto de vista emocional. Solamente mi padre. Pero la diferencia entre antes y ahora es que no podré volver a verlo consciente. Realmente lo extraño, pero he aprendido a vivir sin él. He avanzado. No he mirado atrás, y siempre he mirado para adelante, no importa qué suceda.

Con todo esto quiero llegar al siguiente tema: después de lo común entre las parejas, avanzada la relación , se presentaba el nuevo "integrante" de la familia ante los padres. O suegros. Según recuerdo por un conocido mío, tuvo que "vender" su imagen para caerles bien a los padres de su novia. Un imbécil más grande que la fe de Kenny por creer que podía volar aquel fatídico día de otoño. Otro indicio de la estupidez del ser humano. Tema que tocaré otro día. 

Y a todo esto, seguro que mucho de los que lleguen a leer este escrito que estoy realizando (si es que llega a haber algún sobreviviente que lo encuentre), se llegarán a preguntar: ¿Qué mierda tiene que ver todo esto con la historia de como este hijo de perra de casi 19 años, antisocial la mayor parte de su vida, ha ido sobreviviendo a lo largo de la historia del infierno desatado en la Tierra? Pues bien, a eso voy.  Con la ida al mundo al carajo,  las posibilidades de encontrar gente se reducen considerablemente. Y como si de por sí ya fuese poco, conozco a Abigail en la mierda que llamamos vida que tenemos en este momento. Una relación que hasta el momento no fue nada fácil. Nuestra primera cita  involucró ir hacia un hospital infestado de zombis, con la misión de encontrar a su hermano. Nada fácil, considerando la infinidad de veces que pude haber muerto.

La segunda cita puede ser considerada como aquella vez que me peleé con su hermano en la terraza del hospital,  y reitero, a escasos centímetros de la muerte. 

Y la última, fue conocer a su suegra.

Si no me equivoco, en el mundo "antiguo", anterior a este, los padres de por sí ya querían matar al que estuviese con su hija. Y ahora... no hay mucho que decir. Directamente quieren matarnos a todos. Mi suegra se encontraba arriba mío, queriendo desgarrarme el cuello. Estaba jodido. Jodidamente jodido. Más jodido jodidamente imposible. Y así sucesivamente. Estaba luchando por mi vida. Otra vez. Algo tan cotidiano en esta nueva vida mía como el seguir viviendo.

Trataba de correrla para el costado. No quería hacerle daño, iba a afectarle demasiado a Abigail el ver como termino matando a su madre. Pero era una tarea difícil: estaba cansado. 

Me giré para ver a Abby por última vez. Le recorrían lágrimas por la cara, mientras en sus manos sostenía un arma, apuntándola en mi dirección. Tiró del gatillo y el arma se disparó. Certero, en la frente de su madre.

Había quedado paralizada, tirada en el piso. Y aún no había terminado, nos habíamos olvidado del último zombi que quedaba en la habitación, que ciertamente, estaba en un paso lento pero constante dirigiéndose hacia mí.