jueves, 20 de marzo de 2014

ENTRADA 36: Cuando la esperanza se pierde...

Mierda, ahora sí tenía razones para odiarlos a todos. Solo miren, estos neandertales, todos apuntandome a mi. Eran unos cinco hombres, todos salidos del ejército, o al menos eso parecía. Llenos de músculos por doquier, no habría tenido oportunidad contra ellos si hubiese querido intentar algo. Unos totales hijos de puta, regodeándose, pensando en que harían conmigo. La risa que se dibujaba en sus rostros no me gustaba para nada, se notaba la maldad que tenían dentro.

- ¿Qué quieren? - les pregunté, pero me respondieron con un golpe bastante fuerte que me dejo sin aire.

- Calla, debilucho. ¡Nosotros hacemos las preguntas!

- De acuerdo. ¿Qué necesidad había de recurrir a la fuerza? - murmuré, esperando que no me escucharan.

 Hablaban entre ellos. Podía notar como me miraban y se reían. "Esto no va a acabar en nada bueno", pensaba, mientras uno de ellos se me acercaba a mí.

- Escucha, lamento lo que te han hecho pasar mis compañeros. No son muy buenos huéspedes que digamos, ¿sabes? No recibimos muchas visitas desde que esto sucedió. Así que te lo pediré amablemente, ven con nosotros.

- ¿Y si me resisto? - le respondí, mirándole a los ojos.

- No querrás hacerlos enojar. Si así de violentos son cuando están felices, imagínalos enojados. -se voltea hacia uno de sus hombres- Tráelo con nosotros.

Se acerca uno de ellos y me agarra violentamente del brazo, levantándome. Me apunta con su arma y me señala que vaya por delante de él. Empezamos a caminar hasta uno de los almacenes que ya había pasado antes. Abren las puertas y nos metemos dentro del lugar. Era de pesadilla, cuerpos por todos lados, las paredes llenas de sangre. Era lo bastante grande como para meter dentro uno de esos aviones comerciales. Claro, si podías hacerlo entrar por la puerta principal, en la que apenas cabía un camión.

Se ve que ahí dentro no había nada antes del accidente, por lo que lo único que se veía era un campamento básico que armaron: un par de colchones, alrededor de una fogata. Tenían uno de esos jeeps militares estacionado cerca. Y lo que faltaba: un montón de revistas de entretenimiento para hombres, mucho alcohol y lo que me parece fue lo mismo que consumió Kenny antes de morir. Ese pobre bastardo... al menos no está en un lío como yo en este momento.

- Amárrenlo ahí - dijo el que parecía el jefe a uno de sus hombres, refiriéndose a mí. Señalaba una silla

- Un momento, ¿qué mierda están haciendo? - les gritaba, mientras me resistía a ser atado.

De repente, había recibido un puñetazo directo en el estómago, dejándome fuera de combate. El tiempo suficiente como para poder ser atado a la silla aquella. Estaba literalmente teñida de rojo sangre, lo que significaba en ese momento que yo estaba... bueno, realmente jodido. 

Una vez que me ataron, habían comenzado a golpearme. Me golpeaban como si fuera saco de boxeo. Jamás había recibido tantos golpes en mi vida. En un momento, a uno se le ocurrio ponerme una soga en el cuello, atar el otro extremo de esa soga al Jeep y "llevarme a dar una vueltita". Hijo de puta.

Recuerdo que había comenzado a manejar a través del almacén, y me faltaba el aire, me estaba desvaneciendo de a poco, quería desaparecer, morir en ese instante. Parar de sufrir y encontrar la calma que hacía tiempo llevaba buscando. Pero no importa qué tan perdido esté uno, siempre queda esperanza, y en ese momento no lo sabía. 

- ¡Escuchen! Dejen a ese chico en paz si no quieren lamentarlo. - se escuchó.

No sabía quién era, pero al menos no era uno de los tipos que se estaba divirtiendo conmigo.

- Ja, ja, ja! Muestrate, imbécil. ¿O tú también quieres venir a divertirte con nosotros? - le respondió uno de los hombres.

En ese momento, él recibe uno un disparo justo en la frente, y cae justo frente a mis pies. Los demás no sabían a donde mirar, apuntaban a todos lados. Bang, bang, bang, bang. Cuatro disparos, cuatro muertes, eso fue lo siguiente que sucedió. Y ninguna de ellas había sido la mía. No sabía si agradecerlo, o respirar por última vez...

- Mi nombre es Jack, por si te interesa. - gritó, mientras se acercaba a mí.

Era un hombre de unos veintitanto de años, rubio. Se vestía como un vaquero. Aún conservo el sombrero que solía usar él...que en paz descanse.

lunes, 21 de enero de 2013

ENTRADA 35: Todo sigue siendo igual...

Simplemente no nos lo podíamos creer. Pensábamos que seguro ese lugar ya había sido devastado, había pasado un mes y medio desde que todo esto había comenzado. Seguro ese lugar ya era historia, como todo en nuestro pasado. No sabíamos qué hacer.

- Hay que ir a revisarlo.- me dijo Elizabeth.

- No, no es seguro. No sabemos si la infección ya acabó con ese lugar.

- ¡¿Eres imbécil o qué?! ¡Seguro están armados hasta los dientes! ¡Deben tener equipamiento militar!

- Probablemente.

- Y entonces, ¿qué esperamos?

- Ve tú. No puedo fiarme de nadie, y ese lugar seguro ya fue devastado. Además, la raza humana es una mierda. ¿Por qué piensas que prefiero estar sólo?

- Eres un maldito terco.

Me quedé en silencio. Sabía que tal vez ella tenga razón, pero prefería estar sólo en un lugar que realmente conozco. "Tendremos que separarnos" le dije, y ella asintió. Ambos sabíamos que tendríamos que seguir nuestros caminos por separado, pero era todo lo que podíamos hacer.

Nos encontrábamos en la puerta de abajo de la casa, en silencio. Sabíamos que ninguno de los dos soportaría un adiós, por lo que optamos irnos callados, cada uno para nuestro destino. Abrí lentamente la puerta delantera y miré si estaban vacías las calles. "Adelante" le dije.

Avanzamos lentamente observando que ninguna de esas cosas se nos abalanzara encima, pero estaba todo tranquilo. Todo callado... Ambos fuimos en direcciones opuestas, y caminamos hasta que la silueta de los dos se iba desvaneciendo poco a poco. Era una sensación totalmente rara no tener a nadie cuidándote las espaldas, nadie con quien hablar, pero sabía que me iba a tener que acostumbrar a eso.

Seguí mi rumbo tranquilo, sin mas que uno o dos zombis por cuadra, nada difícil. Estaba por la zona industrial, observando las ruinas de lo que antes era un almacén. Tenía todos los vidrios rotos, y las puertas estaban abiertas. Sangre por todas partes. No me hubiese gustado haber estado ahí cuando esa masacre ocurrió. Habían cuerpos por todos lados, hasta colgando de las ventanas, todos despedazados por los zombis.

Seguí derecho por la calle, esquivando la basura y los autos abandonados, hasta llegar a la esquina. Todo había sucedido demasiado rápido. Apenas doblé, me encontré con 5 tipos que habían salido de la nada, todos apuntándome en la cara. Y estos no parecían nada amistosos... Mierda.

jueves, 15 de noviembre de 2012

ENTRADA 34: En las tinieblas.

Estaba maldiciendo a más no poder. Debo haber dicho cada "palabrota" que me sabía en mi idioma, en otros idiomas, y no sé si habré inventado uno que otro debido a la gravedad de la situación: acababa de recibir un fuerte golpe en la cabeza, me encontraba totalmente a oscuras, no sabía donde se encontraba mi arma... o ese puto zombi. El hijo de perra seguro estaba acechándome, y no tenía idea donde mierda se encontraba. Podía escuchar sus gemidos y se podía sentir su olor, pero aún seguía sumamente mareado. Debía valerme de mis sentidos, así que estaba de mal en peor. Tenía que darme prisa.
Trataba de levantarme, pero realmente era un gran esfuerzo. Mi cuerpo había estado recibiendo una paliza brutal desde que la mierda del mundo y todo su jodido apocalipsis se nos había venido encima. No podía exigirle mucho a mi cuerpo, aún necesitaba un buen descanso. 

Simplemente no se podía.

Puedo apostar a que todos los que quedamos (todos los sobrevivientes, todos los que no hemos muerto y resucitado, simplemente todos los seres humanos) soñamos cada noche con el rostro putrefacto y sin vida de nuestros enemigos; sonábamos con su gemido gutural, que parecía ser el mismísimo infierno pronunciando nuestro nombre, llamándonos.

Toda la presión a la que estábamos siendo sometidos, podía ser aún más letal que todas esas máquinas asesinas de ahí afuera. Supongo que no todos fuimos lo suficientemente fuertes para haber afrontado todo esto. No es nada fácil. Debe haber habido una masiva oleada de suicidios al comienzo de todo. Mierda, yo también preferiría volarme los sesos antes que volverme uno de ellos. Todos seguro que hemos pensado en acabar con nuestra vida, pero por alguna razón preferimos seguir viviendo.

Continué tirado en el piso, arrastrándome, tocando con mi mano el suelo a ver si encontraba el encendedor. Ese pedazo de chatarra pareciera que había salido volando, no se encontraba cerca mío. Traté de levantarme lentamente, agarrándome del barandal de la escalera, pero el golpe me había dejado mareado y no podía mantenerme equilibrado. Creo que hasta la mas mínima brisa podía tumbarme de nuevo.

Podía escuchar sus pasos, sus gemidos. Pero no podía concentrarme, veía todo borroso, doble. Apenas podía ver la luz de la luna entrando por una de las ventanas de la casa.  Era bastante tenue, pero si me hubiese encontrado mejor, podría haberme bastado tranquilamente para encontrar a ese bastardo que antes solía ser un hombre.

Trataba de recobrar los sentidos, cuando esa cosa me había agarrado con su fría mano el tobillo.

Pensé que ahí acabaría todo, perdí el control y empecé a patear como loco, hasta que sentí como la suela de mi zapatilla se había incrustado dentro de su cráneo, atravesando toda la masa encefálica. "Bien", pensé. "Paró de moverse". Había vuelto tranquilamente a la normalidad. Me había tranquilizado bastante, para mi mala suerte. Estaba yendo hacia la puerta principal para salir y encontrarme con Liz, pero no me había percatado de la presencia de otro zombi. Esta vez me había agarrado por atrás. Tuve que contenerlo con mis manos para que su boca no termina rasgándome parte de mi cuello. No quería ser el aperitivo de medianoche del imbécil.

Inmediatamente, una luz me cegó momentáneamente y escuché un disparo. ¡Bang! Retumbó en mi oído y sentí como la cabeza del zombi explotaba detrás mío.

- ¿Muchos problemas? - me dijó Liz.

- ¡¿Qué?! - le pregunté mientras recuperaba mi audición. - No, para nada. Tenía la situación bajo control - le respondí.

Ambos hicimos una mueca que parecía ser una sonrisa. Me había ayudado a encontrar mi arma y a terminar de revisar la casa.

- ¿Cómo está todo por afuera? - le pregunté.

- Mejor que adentro - me había respondido. - Será mejor que nos apuremos, el disparo debe haber sonado en todos lados. ¿Cómo te encuentras?

- Mareado - le respondí.

Continuamos nuestra conversación hasta que entramos a la habitación principal. Vimos un bolso de viaje que estaba siendo preparado. Los dueños seguro estaban preparándose para salir cuando la infección acabo con ellos. Para nuestra sorpresa, habíamos encontrado algo realmente espectacular: un mapa con la dirección de una zona segura a las afueras de la ciudad. Esto era demasiado bueno para ser verdad...

domingo, 16 de septiembre de 2012

ENTRADA 33: ¿Quién quiere vivir por siempre?

Simplemente no podía creer como todo había pasado así de rápido. Ya no tenía sentido seguir viviendo, pero por alguna extraña razón, no podía quitarme la vida. Algo me lo impedía. Sólo sabía que tendría que seguir existiendo en este mundo de mierda, aguantando a todos los hijos de puta esos que tratan de comernos a Liz y a mí.
Sólo quedaban recuerdos de nuestro pasado, gente que realmente había llegado a tocar mi corazón ya no existía.  Había mostrado humanidad recién cuando todo se había ido al carajo. Pero eso no importaba. Ahí me encontraba, junto a Liz, caminando por las calles de la ciudad. Un puto desierto. Todavía nos faltaba un largo trecho para llegar a nuestro refugio, así que debíamos apurarnos para encontrar un vehículo.
Seguimos caminando un par de metros, y al llegar a la esquina, ambos habíamos visto un vehículo policial. Sabía que ella también estaba pensando en lo mismo. Corrimos en la dirección donde se encontraba, y me dijo "cúbreme, yo busco como encenderlo". Y eso fue precisamente lo que hice.
Rápidamente, después de toquetear los cables, logró encender el auto y ambos nos subimos.
Ella iba manejando, mientras yo me encontraba tranquilo sentado del lado del acompañante. Iba pensando sobre todo, pero a la vez de nada; sobre realmente quien querría vivir para siempre. ¿Vivir en este puto infierno que nos rodea? Simplemente me volvería un loco si continuara aquí, luchando, solo, sin ayuda de nadie. Y Liz lo sabía. Ambos nos encontrábamos pensando en eso. Sé que ella debía de estar sufriendo mas que yo, pero ninguno de los dos lo aparentaba. Solo se notaba con el silencio.
Seguíamos en silencio, hasta que al doblar en una esquina vimos a, no se si cientos, capaz que miles de zombis amontonados, quienes habían escuchado el sonido del motor del auto y se nos estaban por abalanzar encima en cualquier instante.

- Rápido, ¡retrocede! - le grité a Elizabeth.

Inmediatamente, antes de que terminara de pronunciar mis palabras, ella ya había puesto marcha atrás y habíamos cambiado de rumbo. La situación se nos estaba complicando bastante. La ciudad entera estaba en silencio, así que el ruido del motor seguro debía de haber estado atrayendo a todos los putos caníbales a donde nosotros nos encontrábamos. Nosotros mismos estábamos creando nuestro futuro, nos estábamos metiendo en un callejón sin salida, con cada paso, con cada suspiro. Simplemente no resistiríamos eternamente, sucumbiríamos ante ellos. No seremos fuertes por siempre.

- Deberíamos detenernos. Tenemos que caminar. - me dijo Liz mientras paraba el auto en medio del camino.

Ambos bajamos del vehículo con nuestras cosas, y nos metimos a una casa que se encontraba al costado, que parecía vacía. Lentamente abrí la puerta y traté de prender las luces, pero ya no funcionaba el sistema eléctrico de la ciudad. Saqué el encendedor que tenía en el bolsillo y traté de iluminar la habitación. Se escuchaba el gemido de un zombi en alguna parte de la casa, pero no lograba distinguir de dónde. Liz se había quedado afuera haciendo guardia mientras yo revisaba el lugar.

Avancé lentamente por las escaleras, cuando una ráfaga de viento logró apagar la llama del encendedor que llevaba en la mano. "Mierda, esto no es bueno" pensé. Seguía escuchando los gemidos, estaban cada vez más cerca, y yo no podía prender el puto encendedor. Mi corazón se estaba acelerando bastante, estaba nervioso.

Por fin había logrado que encendiera, y cuando levanté la mirada, había visto una cara toda llena de pus, sangre por doquier. Le faltaba media mandíbula, y ya se encontraba en estado avanzado de descomposición. El muy hijo de perra se había abalanzado contra mí, cayendo ambos hacia el piso a través de las escaleras. Me había golpeado la cabeza fuertemente, y me encontraba mareado. Trate de agarrar el encendedor pero no tenía idea de donde se encontraba. Estaba en la oscuridad, solo, a punto de desmayarme, creo que en ese momento había vomitado en el piso. Me estaba saliendo sangre de la cabeza, y lo peor de todo: no sabía donde mierda había quedado el hijo de puta de ese zombi.

sábado, 18 de agosto de 2012

Entrada 32: Los sonidos del silencio

"¿Dónde estoy?" empecé a preguntarme después de haber recuperado la conciencia. Poco a poco mi visión iba recobrándose por completo, y a medida que mejoraba, me encontraba cada vez más desconcertado.
Estaba recostado sobre una cama, en una habitación que nunca antes en mi vida habia visto. La luz del sol se escapaba a través de la cortina que cubría la ventana.
"¿Fue sólo un sueño?¿Una terrible pesadilla?" me preguntaba, mientras observaba cada centímetro del lugar, y sobre todo, de mi cuerpo, el cuál se encontraba aún adolorido. Trataba de pararme, pero aún sentía algo de dolor, pero sin importancia.
Empecé a movilizarme a través del lugar. Había llegado a la puerta, y la abrí despacio, solo por precaución. Me aventuré en lo que parecía ser una casa más de la zona donde yo solía vivir. Empecé a bajar por las escaleras que me encontré un poco más adelante al salir al pasillo, y comencé a bajar.
Estaba sintiendo ruidos en la cocina. Terminé de bajar las escaleras, y me movilicé de manera silenciosa hasta el lugar de origen de los sonidos. Me encontraba nervioso, y si no me tranquilizaba, iba a terminar mojando mis pantalones. No tenía nada conmigo como para llegar a defenderme.
Terminé de entrar a la cocina, y para mi suerte, solo había sido Liz, quien se encontraba cocinando.
- Por fin has despertado, llorón. - Me decía Liz sin dejar de mirar la sartén que sostenía en sus manos.

- ¿A quién le dices llorón? - Le respondí.

- Pues a tí, imbécil. ¿No ves que has mojado tus pantalones, niñito?

Me había avergonzado, pero sentir el calor que me proporcionaba mi orina en mi pierna me había recordado que esto no era un sueño. Aún seguíamos sumidos en la mismísima mierda.
Me había vuelto a la habitación donde me encontraba en un principio, y me fijé en los cajones del armario. Era una habitación de un adolescente, lo sabía porque había encontrado un par de revistas XXX, así que seguro encontraría algo acorde para mí. 
Abrí el armario y agarré un par de jeans que estaban ahí colgados.
Mientras me cambiaba, me acordé de todo lo que había vivido anteriormente. Mierda, perder a todos de esa manera, tan rápido. Uno a uno íbamos cayendo, como moscas, ante la implacable habilidad de los zombis como asesinos. Sólo era cuestión de tiempo antes de que Liz o yo caigamos ante ellos.
Mientras pensaba, noté que lágrimas caían de mis ojos. La presión estaba acabando conmigo, tenía que desahogarme de una vez por todas.
Mi dureza había llegado a su fin, iba acabándose con cada gota que despedía de mis ojos.

***

Habían pasado un par de horas desde ese momento de "delicadeza" que me había tocado. Después de recuperarme y haber comido algo de lo que Liz había cocinado, nos estábamos por aventurar hacia las calles.

- ¿Tienes todo listo? - me preguntó.

- Estoy listo. Salgamos.

Abrí la puerta principal y ambos salimos hacia la calle, empezamos a caminar, y no escuchábamos ni veíamos a un puto zombi cerca. Estaba todo en silencio, todo tranquilo. Sólo teníamos un par de horas antes de que el sol se ocultara para dar inicio a la noche, pero por el momento, estábamos bien.

Ninguno de los dos pronunciaba una sola palabra, y el silencio reinaba. Empezamos a caminar, sabiendo que el futuro era incierto, pero ya no debíamos de sufrir por el pasado. Ambos sabíamos que era sólo suerte que hayamos quedado vivos sólo nosotros, pero no íbamos a desperdiciar esa oportunidad que teníamos con nosotros. Sólo debíamos continuar avanzando...

domingo, 5 de agosto de 2012

ENTRADA 31: Tormenta eléctrica emocional

Ha pasado bastante desde la última vez que escribí en este "diario personal" que he venido escribiendo desde hace un tiempo, pero relatar los sucesos que pasaron por aquellos tiempos fueron bastante impactante para mí. Su impacto emocional me habían dejado petrificado, últimamente ya no he encontrado razón para seguir luchando en este maldito infierno que nos ha venido atormentando desde que toda la mierda esta comenzó. Algo que no me ha beneficiado en modo alguno, y ha afectado bastante a la depresión que ha ido aumentando desde hace un par de años atrás dentro mío. Pero hay algo que me hace querer seguir viviendo. Algo que aún no lo sé. Y es el motor que hace que aún siga con mi corazón latiendo. Aún me pregunto por qué mi suerte era inferior a la de las demás personas. Verlos tan feliz, y yo tan solo, amargado de solo mi existencia, una que no tenía sentido alguno. Pero pareciera que no fuese tan así. Yo estoy vivo. Esos hijos de puta están muertos. Todos queriendo acabar con nosotros. Debo admitir que hubo noches en las que he llorado en silencio aquí en el bunker. Todo el jodido apocalipsis hizo que mis sentimientos funcionaran. Recién ahora. Pero quiero dejar de lado mis malditas emociones, las unicas cosas que me diferencian de esas mounstruosidades que se han ido acumulando en los muros de los alrededores de este lugar, para retomar la historia.

Esos momentos de tensión que he vivido junto a Abigail, Ben y Liz, han afectado mi capacidad para tomar decisiones en estos últimos tiempos. Y he aquí la historia que aun me atormenta por las noches. El relato que ha hecho darme cuenta de que tan frágil soy. Y de hacer que me odie cada día mas.

Ya me encontraba totalmente cansado, desgastado en todo sentido. Mi cuerpo ya no daba más, y ni hablar de mi cabeza. Mis ideas ya no se expresaban con claridad. Inhalé un poco de aire y me levanté. Empecé a correr como podía: cojeando. Sentía tirones al correr, dolores inmensos, casi insoportables. Pero ahí estaba ese "motor" que me mantenía con vida.

Giramos por la esquina del pasillo, tratando de alcanzar la puerta de salida que nos dirigiría a nuestro vehículo. Ben reventó los vidrios con una de sus últimas balas y nos metimos en la densa oscuridad de la noche. No podíamos vernos entre nosotros, apenas podríamos encontrar esa Humvee. Para empeorarlo: estaba lloviendo a cántaros. Los rayos caían como si nada. Todo digno de una película de terror.

- Mierda, ¡¿qué hacemos?! - Gritó Liz.

- ¡Vamos a morir! - exclamó Abby.

Toda una histeria reinaba en ese lugar. Me estaba volviendo loco. En cualquier momento iba a terminar explotando. Toda esta presión, MIERDA. QUERÍA ACABAR CON TODO, NO LO SOPORTABA. Llegué a tal punto en medio de toda esa oscuridad, que estaba empezando a buscar mi pistola y usar la última bala que me quedaba en mí. Estaba acercando el arma a mi cabeza, cuando escuché hablar a Ben.

- Usen los rayos para ver donde nos encontramos, gente.

Cayó uno e iluminó todo el parque de estacionamiento del hospital. Podíamos divisar que la Humvee no se encontraba a más de 10 pasos nuestros. Y para nuestra suerte, el camino estaba libre. Nos acercamos rápidamente, Liz se sentó en el asiento del conductor y traté de sentarme en el del acompañante, mientras Ben trataba de subirse después de haber ayudado a su hermana, aún aturdida por lo que pasó con su madre.

Nos habíamos distraído momentáneamente, cuando un zombi salió por el costado nuestro y agarró, de entre la oscuridad, a Ben. Le había agarrado del cuello, y había logrado morderle, causandole gran daño. Mierda, me están saliendo lágrimas de solo recordar el rostro de Abigail en ese momento: haber perdido a su madre, y ahora ver como estaba a punto de perder a su hermano. Esa chica estaba cayendose de a pedazos. 

Ben había logrado sacar el cuchillo que tenía y matar a su oponente, y terminó de subir a nuestro transporte. Sabía que se le acababa el tiempo, sabía lo que nosotros estabamos pensando en ese momento. Debíamos matarlo.

- Escúchenme - nos dijo - deben acabar conmigo, ¡ahora!

- No, hermano... - respondió Abigail, entre lágrimas.

- Esperaremos - le respondí.

Liz estaba conduciendo hasta su casa. Íbamos en busca de su padre, a entregarle las medicinas que ella había ido a buscar al hospital. No nos habíamos dado cuenta de que en medio del camino Ben ya había pasado a mejor vida, y que Abigail se encontraba rezando. Nunca he comprendido a la gente religiosa, pero no quiero detenerme mucho a entrar en ese tema. Imbéciles, les rezan a criaturas sobrenaturales, esperando a que hagan todo aquello que no podemos.

Habíamos llegado a nuestro destino. No fue el espectáculo que estábamos esperando. Liz se había detenido repentinamente, y quedamos horrorizados con el espectáculo. Una horda de zombis inmensa había logrado entrar a la casa. Seguro el padre había sido ya víctima de una brutal matanza. Cuando me percaté, ella se encontraba ya fuera de la Humvee. Logré decirle a Abby que nos espere aquí.

Traté de detener a Liz, corrí como nunca en mi vida para lograr alcanzarla. Pude sentir el escalofriante sonido de cientos de ellos: estaban a pocos pasos de nosotros.

- Detente, Liz. No puedes hacer nada - logré decirle.

- ¡Mi padre esta ahi! ¿No lo entiendes?

- ¡Claro que sí! Ya perdí a mi padre en toda esta mierda, y no quiero ver que tú te vayas con él.

Logré detenerla con todas mis fuerzas tomándola de los brazos. Pudimos ver como la casa explotó, vaya uno a saber por qué. Y vimos como los cuerpos de cientos de zombis volaron por los aires.

La noche aún no terminaba. Escuchamos un grito proveniente de la camioneta. Ambos nos miramos y le dije "debo volver" a Liz. "Haz lo que quieras" terminé diciendole, mientras volvía a la camioneta. Había quedado horrorizado: Ben estaba atacando a Abigail. Usé la última bala que me quedaba para poder exterminarlo, pero ella ya había sufrido bastante daño. Sabía que todo terminaría en cualquier momento. Saqué el cuerpo del ex-hermano para poder estar al lado de Abby en los minutos que le quedaban de vida.

Liz había vuelto y me preguntó donde quedaba nuestro refugio. Logré decirle que el GPS estaba encencido con la dirección en pantalla. Me encontraba en el asiento trasero junto a Abigail. Se encontraba delirando, sabía que no faltaba mucho, y yo me encontraba tratando de darle esperanzas a la última persona que realmente me importó en este mundo de mierda. Pero era hora de decir adiós, seguir con mi vida. Ya no quedaba sentido, y mientras miraba mi arma, pensando en acabar con la poca existencia que quedaba de ella, sabía que no iba a poder, pero que de todos modos iba a tener que intentarlo. Y en medio de todas esas mariconeadas, había revivido, tratando de acabar con MI puta existencia. Traté de disparar, pero ya no quedaban balas en mi arma.

Trataba de realizar lo que tal vez iba a terminar siendo la última pelea de mi vida, cuando cambió de dirección y trató de atacar a Liz. Ella se dió vuelta y le había clavado un cuchillo justo en la cabeza, pero de ahí en mas, todo iba a empeorar. Abby había muerto y tuve que gritarle a Liz que prestara atención al camino, mientras ella me preguntaba como me encontraba. No había visto el vehículo abandonado que se encontraba estorbando en el camino, y al tratar de esquivarlo, más el peso del Humvee, nuestro transporte terminó dando vueltas por el aire, y me había golpeado tan fuerte la cabeza que terminé inconsciente.

viernes, 11 de mayo de 2012

ENTRADA 30: Retomando todo desde un comienzo...

Así que ahí me encontraba, yacido en el piso, sin fuerzas. Aquel zombi que se acercaba hacia mí sería mi perdición. Abby estaba paralizada, no se movía. Perder a la madre es lo peor, yo había pasado por eso y me dejó marcado de por vida. Pero cada uno tiene su manera de afrontar la vida, así que el tiempo nos dirá si sanaría.

Paso tras paso él se acercaba. Podía ver la maldad a través de sus ojos, en su alma. En sus ojos sin vida. Solo reflejaban odio. Quizás su conciencia ya no existía, eran meras bestias feroces, con sólo su instinto más basico, su instinto animal. ¿Y nosotros? Nosotros aún podíamos pensar, todavía eramos seres humanos, seres razonantes. Y había que aprovechar eso. Al lado mío se encontraba mi cuchillo y siempre había tenido buena puntería. Lo agarré y se lo tiré a aquel demonio andante: un tiro perfecto entre los ojos. Lentamente dejó de moverse, cayendo al piso, quedando ahora sí, sin vida.

- Abby, ¿estás bien? - le pregunté, pero no obtenía respuesta.

Se encontraba en estado de shock, no reaccionaba. Trataba de levantarme del suelo pero el dolor era inmenso, tan grande como se pueda sentir. Estaba más cansado de lo que jamás estuve, podría haber caído al piso inconsciente. 

Me arrastraba lentamente hasta ella, tratando de no pensar en todo mi desgaste físico, sino en tratar de ayudarla para que salga de la inminente crisis que se le acercaba, y que no termine como yo. Mierda, como yo. Eso es lo peor que podría pasarle. No puedo imaginarlo, yo estoy contento con mi vida, pero que hayan más como yo, es algo que no debería haber. Prefiero cargar con mi maldición...

Podríamos haber estado ahí solos, pero los zombis salían de todas partes en el hospital. Era imposible escapar de ellos. Así que debía apurarme. Me acerqué a ella y le dije:

- Escucha Abigail. Reacciona. Debemos irnos de aquí.

No había respuesta.

Trataba de pararme, pero el dolor recorría por cada centímetro de mi cuerpo, pero aún así no paraba. Intenté e intenté, hasta que pude pararme y lograr mantenerme de pie. La agarré del brazo y la levanté, hablándole para que reaccionara, pero solo la veía llorar. Ella veía el cuerpo de su difunta madre yaciendo sobre el piso, aquel que aún se encontraba limpio por algunas partes, mientras que en otra habían charcos de sangre que daban la impresión que una persona normal no sobreviviría al perder tanto.

Rápidamente traté de caminar hasta la salida, en donde parece que había reaccionado ella. Me miró y solo escuché que dijo mi nombre (el cual el que llegue a encontrar este cuaderno en donde anoto mi historia en este apocalipsis aún debe de estar preguntándoselo...). 

Bajé por las escaleras, en donde ahí me había encontrado con Ben.

- Toma a tu hermana - logré decirle. - Necesito descansar.

Me senté por un momento, pero mi descanso no iba a durar porque a 8 metros de distancia, atrás de Ben, se encontraba una horda de zombis en nuestra dirección. Y jodidamente jodidos, encabronados por la vida, corriendo por nuestra vida, la cual no tenía sentido. Vivíamos porque nos habíamos acostumbrado a ello. Morir parece que era solamente propio del ser humano: tener conciencia, mierda. Cada vez se volvía algo más monótono, cotidiano, propio de nuestra vida, siempre escapando a nuestros problemas en vez de afrontarlos con una solución. Menuda mierda. Iba a dejar que la presión me afecte con tal de acabar con todo esto. Esparcir mis sesos por todos lados con tal de acabar con esta vida. Zombis hijos de puta...