viernes, 11 de mayo de 2012

ENTRADA 30: Retomando todo desde un comienzo...

Así que ahí me encontraba, yacido en el piso, sin fuerzas. Aquel zombi que se acercaba hacia mí sería mi perdición. Abby estaba paralizada, no se movía. Perder a la madre es lo peor, yo había pasado por eso y me dejó marcado de por vida. Pero cada uno tiene su manera de afrontar la vida, así que el tiempo nos dirá si sanaría.

Paso tras paso él se acercaba. Podía ver la maldad a través de sus ojos, en su alma. En sus ojos sin vida. Solo reflejaban odio. Quizás su conciencia ya no existía, eran meras bestias feroces, con sólo su instinto más basico, su instinto animal. ¿Y nosotros? Nosotros aún podíamos pensar, todavía eramos seres humanos, seres razonantes. Y había que aprovechar eso. Al lado mío se encontraba mi cuchillo y siempre había tenido buena puntería. Lo agarré y se lo tiré a aquel demonio andante: un tiro perfecto entre los ojos. Lentamente dejó de moverse, cayendo al piso, quedando ahora sí, sin vida.

- Abby, ¿estás bien? - le pregunté, pero no obtenía respuesta.

Se encontraba en estado de shock, no reaccionaba. Trataba de levantarme del suelo pero el dolor era inmenso, tan grande como se pueda sentir. Estaba más cansado de lo que jamás estuve, podría haber caído al piso inconsciente. 

Me arrastraba lentamente hasta ella, tratando de no pensar en todo mi desgaste físico, sino en tratar de ayudarla para que salga de la inminente crisis que se le acercaba, y que no termine como yo. Mierda, como yo. Eso es lo peor que podría pasarle. No puedo imaginarlo, yo estoy contento con mi vida, pero que hayan más como yo, es algo que no debería haber. Prefiero cargar con mi maldición...

Podríamos haber estado ahí solos, pero los zombis salían de todas partes en el hospital. Era imposible escapar de ellos. Así que debía apurarme. Me acerqué a ella y le dije:

- Escucha Abigail. Reacciona. Debemos irnos de aquí.

No había respuesta.

Trataba de pararme, pero el dolor recorría por cada centímetro de mi cuerpo, pero aún así no paraba. Intenté e intenté, hasta que pude pararme y lograr mantenerme de pie. La agarré del brazo y la levanté, hablándole para que reaccionara, pero solo la veía llorar. Ella veía el cuerpo de su difunta madre yaciendo sobre el piso, aquel que aún se encontraba limpio por algunas partes, mientras que en otra habían charcos de sangre que daban la impresión que una persona normal no sobreviviría al perder tanto.

Rápidamente traté de caminar hasta la salida, en donde parece que había reaccionado ella. Me miró y solo escuché que dijo mi nombre (el cual el que llegue a encontrar este cuaderno en donde anoto mi historia en este apocalipsis aún debe de estar preguntándoselo...). 

Bajé por las escaleras, en donde ahí me había encontrado con Ben.

- Toma a tu hermana - logré decirle. - Necesito descansar.

Me senté por un momento, pero mi descanso no iba a durar porque a 8 metros de distancia, atrás de Ben, se encontraba una horda de zombis en nuestra dirección. Y jodidamente jodidos, encabronados por la vida, corriendo por nuestra vida, la cual no tenía sentido. Vivíamos porque nos habíamos acostumbrado a ello. Morir parece que era solamente propio del ser humano: tener conciencia, mierda. Cada vez se volvía algo más monótono, cotidiano, propio de nuestra vida, siempre escapando a nuestros problemas en vez de afrontarlos con una solución. Menuda mierda. Iba a dejar que la presión me afecte con tal de acabar con todo esto. Esparcir mis sesos por todos lados con tal de acabar con esta vida. Zombis hijos de puta...

No hay comentarios:

Publicar un comentario