miércoles, 1 de febrero de 2012

ENTRADA 14: A las puertas del infierno

Y la vida me volvió a coger. Estaba empezando a odiar eso, cuando creía que todo me podía salir bien por una  sola vez, todo se iba al infierno de nuevo (palabra de moda en aquellos días). Se me había cruzado por la cabeza, ya un par de veces, que tenía que agarrar una de las armas y dispararme. No tenía intención seguir viviendo a sabiendas de que este es un mundo dominado por los zombis. Algo jodido de verdad, pero después está esta chica, Abigail, que no hubiese podido dejarla a su merced. Tenía en mente que lo mejor era encontrar a su hermano y dejarla con él. La ira me había invadido, no quería hacerme cargo de otras personas por más egoísta que haya sonado, pero ese era un nuevo mundo. Nuevas reglas. Nuevas maneras de jugar. Me había ablandado demasiado con la muerte de mi padre. No es algo de lo que me haya podido recuperar en un día para otro. Eso explicaba mi comportamiento con Abby. Me sentía débil emocionalmente, y simplemente no quería estar solo de nuevo. Me había quedado sin seres queridos. Y esa, señores, es otra de las frases del momento, algo que en esos días se escuchaba demasiado. Pero posiblemente haya sido yo y me haya estado convirtiendo en un psicópata, quien sabe. No quiero empezar a analizarme, así que continuaré.

Por irónico que fuera, estaba buscando las llaves de la entrada al Infierno. Tuvimos que ir hasta la habitación de Seguridad para tratar de buscar alguna tarjeta magnética que nos lograra abrir esa puerta. Me encontraba maldiciendo por lo bajo en esa pequeña oficina donde habían un par de monitores mostrando la información que recibían de las cámaras de seguridad, cuando escuché gritar a Abby. "Lo tengo, la encontré" me dijo, con una leve sonrisa en el rostro. "De acuerdo, vamos" le respondí. Tenía ganas de largarme de ahí. No era ese el mejor lugar del mundo para encontrarse, habían un par de cuerpos sin vida en los pasillos de este edificio. Inmediatamente emprendimos rumbo hacia la puerta  electrónica que estaba en el sótano. Me sonaba a metáfora: descender para encontrarme con las puertas al Infierno. Dios, que irónico es el destino. Y aquí vamos, ironía es otra de las palabras del momento.

Cruzar ese túnel era escalofriante. Había sangre y cuerpos por todos lados. Nada mal para el infierno. Aquí se había librado una batalla no hace mucho tiempo antes de que nosotros pasáramos por ahí. No había duda de que su hermano había pasado por este pasillo. Dejó una masacre en su camino y el olor no lo mejoraba, ahí era espantoso gracias a todos los cuerpos que se encontraban en descomposición. Pero nos había facilitado todo el trabajo. Los símbolos de su paso por aquí nos indicaba que ese era el camino correcto, y por lo que Abby me había dicho antes, su hermano ya transitó por estos pasillos anteriormente.

Cada vez nos encontrábamos más cerca de nuestro destino, el pasillo estaba llegando a su fin, cada vez estábamos más cerca de nuestro destino final: las puertas del infierno, del hospital o como quiera llamarle el lector, no me importa un carajo simplemente. Nosotros continuamos nuestro camino hasta llegar a esta, esperábamos que ese viaje no nos haya resultado en vano, sino nos hubiésemos cabreado en serio. Seriamente me había resistido a decir muchas vulgaridades frente a ella, pero si la vida nos hubiese vuelto a agarrar desprevenidos, posiblemente hubiese quemado el edifico entero con la rabia que me podría haber agarrado.

Así que bueno, ahí nos encontrábamos, abriendo la puerta del infierno. Y como era de esperarse, recibimos una muy cálida bienvenida. Por un lado, un par de zombis inmóviles en el piso, cada uno con un sólo disparo en la cabeza y por el otro aún quedaban un par más. Ese tipo era un maldito profesional. Aún tenía muchas dudas sin resolver, como saber quien puñetas era ese gilipollas de su hermano, el que nos había metido en el lío que se nos venía encima en ese momento. Puede haber acabado con varios, pero ahí aún teníamos unos 10 u 11 todavía en pie, mas un par que solamente podían arrastrarse por su falta de extremidades inferiores.

Y he aquí la historia de cómo la vida nos cogió de manera interesante hasta ese momento. Estábamos jodidos en esa situación. Abby nunca había usado un arma en toda su vida, y yo supongamos que no había llevado un ejército conmigo. Era realmente reconfortante en ese momento saber que mi espalda se encontraba bien cuidada.

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