sábado, 18 de agosto de 2012

Entrada 32: Los sonidos del silencio

"¿Dónde estoy?" empecé a preguntarme después de haber recuperado la conciencia. Poco a poco mi visión iba recobrándose por completo, y a medida que mejoraba, me encontraba cada vez más desconcertado.
Estaba recostado sobre una cama, en una habitación que nunca antes en mi vida habia visto. La luz del sol se escapaba a través de la cortina que cubría la ventana.
"¿Fue sólo un sueño?¿Una terrible pesadilla?" me preguntaba, mientras observaba cada centímetro del lugar, y sobre todo, de mi cuerpo, el cuál se encontraba aún adolorido. Trataba de pararme, pero aún sentía algo de dolor, pero sin importancia.
Empecé a movilizarme a través del lugar. Había llegado a la puerta, y la abrí despacio, solo por precaución. Me aventuré en lo que parecía ser una casa más de la zona donde yo solía vivir. Empecé a bajar por las escaleras que me encontré un poco más adelante al salir al pasillo, y comencé a bajar.
Estaba sintiendo ruidos en la cocina. Terminé de bajar las escaleras, y me movilicé de manera silenciosa hasta el lugar de origen de los sonidos. Me encontraba nervioso, y si no me tranquilizaba, iba a terminar mojando mis pantalones. No tenía nada conmigo como para llegar a defenderme.
Terminé de entrar a la cocina, y para mi suerte, solo había sido Liz, quien se encontraba cocinando.
- Por fin has despertado, llorón. - Me decía Liz sin dejar de mirar la sartén que sostenía en sus manos.

- ¿A quién le dices llorón? - Le respondí.

- Pues a tí, imbécil. ¿No ves que has mojado tus pantalones, niñito?

Me había avergonzado, pero sentir el calor que me proporcionaba mi orina en mi pierna me había recordado que esto no era un sueño. Aún seguíamos sumidos en la mismísima mierda.
Me había vuelto a la habitación donde me encontraba en un principio, y me fijé en los cajones del armario. Era una habitación de un adolescente, lo sabía porque había encontrado un par de revistas XXX, así que seguro encontraría algo acorde para mí. 
Abrí el armario y agarré un par de jeans que estaban ahí colgados.
Mientras me cambiaba, me acordé de todo lo que había vivido anteriormente. Mierda, perder a todos de esa manera, tan rápido. Uno a uno íbamos cayendo, como moscas, ante la implacable habilidad de los zombis como asesinos. Sólo era cuestión de tiempo antes de que Liz o yo caigamos ante ellos.
Mientras pensaba, noté que lágrimas caían de mis ojos. La presión estaba acabando conmigo, tenía que desahogarme de una vez por todas.
Mi dureza había llegado a su fin, iba acabándose con cada gota que despedía de mis ojos.

***

Habían pasado un par de horas desde ese momento de "delicadeza" que me había tocado. Después de recuperarme y haber comido algo de lo que Liz había cocinado, nos estábamos por aventurar hacia las calles.

- ¿Tienes todo listo? - me preguntó.

- Estoy listo. Salgamos.

Abrí la puerta principal y ambos salimos hacia la calle, empezamos a caminar, y no escuchábamos ni veíamos a un puto zombi cerca. Estaba todo en silencio, todo tranquilo. Sólo teníamos un par de horas antes de que el sol se ocultara para dar inicio a la noche, pero por el momento, estábamos bien.

Ninguno de los dos pronunciaba una sola palabra, y el silencio reinaba. Empezamos a caminar, sabiendo que el futuro era incierto, pero ya no debíamos de sufrir por el pasado. Ambos sabíamos que era sólo suerte que hayamos quedado vivos sólo nosotros, pero no íbamos a desperdiciar esa oportunidad que teníamos con nosotros. Sólo debíamos continuar avanzando...

No hay comentarios:

Publicar un comentario