viernes, 2 de marzo de 2012

ENTRADA 25: El azar.

Menos mal que el muro que nos separaba medía más de dos metros y los zombis no saben escalar paredes. Eso era una gran ventaja en esa situación, me iba a dar tiempo para pensar. Había analizado todo el lugar en busca de algo que me ayudara a llegar a las escaleras de incendio, pero a menos que sea como Kenny, si quisiera alcanzarlas estaría realizando una misión suicida desde la posición que ocupaba ahí.

Me volví hacia el hospital y había decidido entrar desde el primer piso. Jamás había para aquella sección desde que toda esta mierda había comenzado. No habían motivos hasta ese momento para ir por ahí. "Esto no será fácil", pensé. Y luego entré a Urgencias nuevamente. Una de las puertas que habían en el pasillo me dirigían a unas escaleras que servían para el personal del lugar.

Avancé lentamente por las escaleras de servicio del hospital hasta llegar al primer piso. Según Liz, posiblemente las otras plantas estén infectadas, incluyendo esta, así que debía de ser cuidadoso. A la puerta que conectaba las escaleras con la primer planta, la abrí despacio para que no hiciera ruido. No quería varios de ellos detrás de mí, apenas podía con uno solo. Por la abertura que había entre la puerta y el marco pude divisar solamente un par de figuras entre la oscuridad. Me acerqué hasta la mas cercana y con la culeta de mi arma le pegué en la cabeza, cayendo al piso, inmóvil. El segundo no se había enterado de mi presencia todavía, así que había sacado el cuchillo anteriormente usado en mi camioneta, y me encaminé con destino al otro, hasta quedar a una distancia segura  para clavarle el cuchillo.

Ese bastardo tuvo apenas un segundo para darse cuenta qué había ocurrido, antes de que lo haya matado con el arma blanca. Recuerdo que cuando pensé "ese bastardo..." me había paralizado. Seguramente no tenía la culpa de estar como está. Y yo llamándole bastardo. Todavía usaba la bata que usan los doctores. Era muy probable que haya sido mejor persona que yo antes de todo esto, por el simple hecho de ayudar a los demás. Tal vez no merecía terminar así, tal vez tenía una familia, una mascota, hijos, padres, amigos. Todos de ellos, de seguro, muertos. Sólo tuvo la mala suerte de estar trabajando cuando esto comenzó, no pudo defenderse ante todo esto. Yo seguía vivo. No entiendo por qué. Todo producto del destino, de la suerte, nadie sabe. Nadie lo sabrá. Ni siquiera yo.

Mientras analizaba todo eso, no me había dado cuenta del resto de zombis que se me avecinaban en ese momento. Me percaté solo cuando estaban a solo un par de metros, ahí fue cuando comencé a correr a través de los pasillos. Sentía miedo, no importa cuanto se intente, la muerte nos acecha en cada momento en esta situación. Pensaba que me había olvidado de donde estaban las escaleras, hasta que por arte de magia me había encontrado con ellas al doblar en un pasillo.

No sabía si era producto de mi suerte o del destino, tal vez de Dios, de nuevo es algo que nunca sabré, nunca he sido creyente, pero si existía uno, debía de quererme demasiado, o tan sólo me odiaba tanto que me dejo en este mundo solo y abandonado. Si existe, tendré la oportunidad de preguntárselo algún día.

Le disparé a la ventana que daba contra la escalera y subí, casi me caigo por la velocidad con la que subía. Ahí fue cuando me encontré con Liz, Abby y Ben, después de llegar a la terraza. Por un momento me había olvidado de los zombis que me seguían, hasta que Ben me gritó que habían un par saliendo de donde yo había venido. Menudo lío en el que nos metí, seguramente estaban mejor sin mí.

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