jueves, 23 de febrero de 2012

ENTRADA 21: Conociendo a Satanás...

Mierda. El cansancio y la fatiga estaban acabando conmigo. Tomaba decisiones incoherentes a cada momento. Mi visión se nublaba. La situación realmente estaba jodida, no sabía como iba a salir de esa. Mi mente tal vez me pudo haber estado jugando una mala pasada, pero creí haber oído voces en la entrada. Había decidido dirigirme hasta el salón principal, creía que podría haber sido ayuda.

Estaba a un par de metros, cuando de repente un tipo disfrazado de loco, de unos 34 años, con una barba de un par de días y vestido con un pantalón de camuflaje como los militares y una musculosa negra, se apareció adelante mío y poco mas me dejaba con una bala en la cabeza.

- Oigan chicos, miren lo que encontré - gritó el loco
- A ver, muéstranos, Bill - le respondió otro, que salía de entre la oscuridad que reinaba en la entrada del hospital.

Seguían saliendo más de todas partes, habían en un momento a otro casi 7 personas rodeándome, la mayoría fumando un cigarro. Recuerdo haber tosido, el olor del tabaco siempre me pareció asqueroso. Esta vez no iba a ser la excepción.

- Oye, tú. Chico, gilipollas, ¿que mierda haces aquí rondando solo? En tu estado dudo mucho que hayas logrado permanecer vivo solo. Dime, ¿dónde están tus amigos? - me preguntó.
- Estoy solo, no tengo amigos - logré responderle.
- ¿Y tú piensas que te haré caso? Dime donde están y nadie saldrá herido. Solo venimos por provisiones.
- ¡Que estoy solo, pedazo de mierda! ¡No estoy de humor para esto, tomen lo que quieran y vayanse! - les grité con todas mis fuerzas, se me había cruzado por la mente de que si les decía le harían daño a Abby.
- ¿Que haremos con el, jefe? - le dijo el que me apuntaba a uno que estaba apoyado sobre la pared del pasillo fumando un habano.
- Nos lo llevaremos con nosotros, nos servirá de ayuda. Dejaremos una carta para sus amigos. Tal vez quieran recuperarlo sano y salvo. - respondió aquel tipo.

Era la segunda vez que decidía irme y que me atrapaban de rehén. Esto iba cada vez de mal en peor. Se me cruzaba por la cabeza la idea de que yo no merecía vivir. Mierda, yo era mejor persona que todos estos. Me estaban llevando hasta la sala de espera que hay antes de la salida, cuando logré escuchar hablar al jefe.

- Revisen el hospital, encontremos a sus amigos.

Me había dado media vuelta y había gritado "¡No!" tan fuerte que se me debe de haber escuchado en todo el maldito hospital. Había logrado incapacitar a uno de los que ahí se encontraban escoltándome y estaba tratando de acercarme a aquél al que se referían solo como Satanás. El hospital era el infierno, y mi deseo de no encontrarme con el diablo había sido en vano. Que ironía. Mierda.

Estaba cerca de él, la ira y la adrenalina me habían hecho olvidar el dolor que sentía, sólo hasta que uno de ellos me pegó directo en el estómago con la culata de su arma. El dolor era insoportable, me había quedado sin aire. Me había caído al piso, y mi vista se nublaba. Me estaba desmayando. Solo recuerdo que lo último que pude pronunciar fue que no le hagan daño a Abigail. Sólo podía pensar en ella después de ese golpe. Finalmente me había desmayado.

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