jueves, 15 de noviembre de 2012

ENTRADA 34: En las tinieblas.

Estaba maldiciendo a más no poder. Debo haber dicho cada "palabrota" que me sabía en mi idioma, en otros idiomas, y no sé si habré inventado uno que otro debido a la gravedad de la situación: acababa de recibir un fuerte golpe en la cabeza, me encontraba totalmente a oscuras, no sabía donde se encontraba mi arma... o ese puto zombi. El hijo de perra seguro estaba acechándome, y no tenía idea donde mierda se encontraba. Podía escuchar sus gemidos y se podía sentir su olor, pero aún seguía sumamente mareado. Debía valerme de mis sentidos, así que estaba de mal en peor. Tenía que darme prisa.
Trataba de levantarme, pero realmente era un gran esfuerzo. Mi cuerpo había estado recibiendo una paliza brutal desde que la mierda del mundo y todo su jodido apocalipsis se nos había venido encima. No podía exigirle mucho a mi cuerpo, aún necesitaba un buen descanso. 

Simplemente no se podía.

Puedo apostar a que todos los que quedamos (todos los sobrevivientes, todos los que no hemos muerto y resucitado, simplemente todos los seres humanos) soñamos cada noche con el rostro putrefacto y sin vida de nuestros enemigos; sonábamos con su gemido gutural, que parecía ser el mismísimo infierno pronunciando nuestro nombre, llamándonos.

Toda la presión a la que estábamos siendo sometidos, podía ser aún más letal que todas esas máquinas asesinas de ahí afuera. Supongo que no todos fuimos lo suficientemente fuertes para haber afrontado todo esto. No es nada fácil. Debe haber habido una masiva oleada de suicidios al comienzo de todo. Mierda, yo también preferiría volarme los sesos antes que volverme uno de ellos. Todos seguro que hemos pensado en acabar con nuestra vida, pero por alguna razón preferimos seguir viviendo.

Continué tirado en el piso, arrastrándome, tocando con mi mano el suelo a ver si encontraba el encendedor. Ese pedazo de chatarra pareciera que había salido volando, no se encontraba cerca mío. Traté de levantarme lentamente, agarrándome del barandal de la escalera, pero el golpe me había dejado mareado y no podía mantenerme equilibrado. Creo que hasta la mas mínima brisa podía tumbarme de nuevo.

Podía escuchar sus pasos, sus gemidos. Pero no podía concentrarme, veía todo borroso, doble. Apenas podía ver la luz de la luna entrando por una de las ventanas de la casa.  Era bastante tenue, pero si me hubiese encontrado mejor, podría haberme bastado tranquilamente para encontrar a ese bastardo que antes solía ser un hombre.

Trataba de recobrar los sentidos, cuando esa cosa me había agarrado con su fría mano el tobillo.

Pensé que ahí acabaría todo, perdí el control y empecé a patear como loco, hasta que sentí como la suela de mi zapatilla se había incrustado dentro de su cráneo, atravesando toda la masa encefálica. "Bien", pensé. "Paró de moverse". Había vuelto tranquilamente a la normalidad. Me había tranquilizado bastante, para mi mala suerte. Estaba yendo hacia la puerta principal para salir y encontrarme con Liz, pero no me había percatado de la presencia de otro zombi. Esta vez me había agarrado por atrás. Tuve que contenerlo con mis manos para que su boca no termina rasgándome parte de mi cuello. No quería ser el aperitivo de medianoche del imbécil.

Inmediatamente, una luz me cegó momentáneamente y escuché un disparo. ¡Bang! Retumbó en mi oído y sentí como la cabeza del zombi explotaba detrás mío.

- ¿Muchos problemas? - me dijó Liz.

- ¡¿Qué?! - le pregunté mientras recuperaba mi audición. - No, para nada. Tenía la situación bajo control - le respondí.

Ambos hicimos una mueca que parecía ser una sonrisa. Me había ayudado a encontrar mi arma y a terminar de revisar la casa.

- ¿Cómo está todo por afuera? - le pregunté.

- Mejor que adentro - me había respondido. - Será mejor que nos apuremos, el disparo debe haber sonado en todos lados. ¿Cómo te encuentras?

- Mareado - le respondí.

Continuamos nuestra conversación hasta que entramos a la habitación principal. Vimos un bolso de viaje que estaba siendo preparado. Los dueños seguro estaban preparándose para salir cuando la infección acabo con ellos. Para nuestra sorpresa, habíamos encontrado algo realmente espectacular: un mapa con la dirección de una zona segura a las afueras de la ciudad. Esto era demasiado bueno para ser verdad...

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