miércoles, 29 de febrero de 2012

ENTRADA 24: Hasta el cuello...

Salí de la sala de los guardias de seguridad con mi plan dando vueltas por mi cabeza: tenía que haber una escalera de emergencia en caso de incendios, que por lo general debería de estar por la parte de atrás del hospital. Si llegaba hasta ahí, el camino hasta arriba llegaría a ser sencillo. El único problema era que no debería de encontrarme con muchos zombis, el arma que llevaba no tenía muchas balas.

Me dirigí hacia la entrada al hospital desde Urgencias, donde había estacionado mi camioneta, no sin antes encontrarme un par de "problemas" en el camino. Me quedaban solo un par de balas antes de vaciar el cargador que me quedaba. Salí por la puerta automática (seguía funcionando el sistema ya que el generador de los hospitales deben durar un par de días sin suministro eléctrico general. Ahí seguía la Humvee. Tal como la había dejado. Me acerqué y pude ver que la bolsa con armas seguía atrás. No habían encontrado mi vehículo, genial. 

Estaba ocupado revisando la bolsa sobre el asiento de la camioneta, cuando sentí una mano rozándome hombro. Era uno de ellos, tratando de comerme para la cena. Inmediatamente me volteé y traté de dispararle el arma, pero al parecer me había quedado sin balas mucho antes. Era una de las pocas veces que me encontraba tan cerca de uno de ellos. Eran asquerosos. Y su olor no lo mejoraba. Huelen a carne podrida (algo obvio, están en descomposición). Su mirada era vacía, pero reflejaba odio y maldad, me deseaba.

Lo único que le impedía llegar a morderme el cuello, era mi brazo que había puesto bajo su mandíbula para que no se me acercara demasiado. Se esforzaba más y más por saborear mi carne, mientras yo me debilitaba a cada momento, estaba débil por todo lo que padecí esos últimos días.

Estaba cada vez más cerca, casi no resistía, estaba acabado. De repente, me había acordado del cuchillo que le había sacado a uno de esos imbéciles que me tuvo por rehén por última vez.

Trataba de acercarme al cuchillo, lo tenía en una funda en mi pierna. Me esforzaba por alcanzarlo, tanto que en un momento casi me muerde. Cuando alcancé el cuchillo, el zombi logró resbalarse y estaba a un par de centímetros de mi cuello. En una milésima de segundo, antes de que alcanzara a morderme, le clavé el cuchillo en la parte de atrás de su cabeza, ya que el brazo derecho era el único libre que me quedaba.

De nuevo a salvo, realmente tenía demasiada suerte. Estaba empujando el cuerpo del zombi que había quedado encima mío y agarré otra de las escopetas que tenía en el bolso, otra Remington 870. Me movilicé en dirección a la escalera contra incendios, me separaba un muro hasta ella, según el mapa que llevaba. Y no mentía, ahí se encontraba.

Cuando me dispuse a saltar el muro, divisé primero por arriba de este, y no era nada agradable lo que veía. Varios zombis se encontraban ahí reunidos. No un par, sino decenas de ellos ahí en ese lugar. No tenía idea de como iba a actuar para poder llegar hasta arriba.  Me estaba cansando de estar rebosando de mierda hasta el cuello.

Para empeorarlo todo, se habían enterado de mi posición y ese "ejército" se me venía encima. 

domingo, 26 de febrero de 2012

ENTRADA 23: Círculo vicioso

No podía parar de llorar, me encontraba inmovilizado. No quedaba nadie en este mundo, nadie. No había nada por lo que seguir viviendo. Las lágrimas me recorrían la cara, estaba mirando mi pistola y preparándome para matarme. "No, debo seguir", me repetía constantemente. Estaba secándome las lágrimas, cuando me percaté que ni el cuerpo de Ben ni el de Abigail se encontraban ahí presentes. Inmediatamente me levanté y traté de buscarlos por todo el lugar. Me dirigí de nuevo hacia la recepción. 

Mierda, estaban todos reunidos ahí, y ni una señal de Abigail o su hermano. Podía escuchar como hablaban entre ellos.

- No queda nadie más vivo en este edifico, jefe. ¿Qué hacemos ahora?
- ¿Y el chico?
- No tenemos señales de él.
- Son un par de incompetentes, pero en su situación dudo mucho que salga de acá con vida.
- Vamonos de nuevo a la fábrica, suficiente trabajo por hoy, chicos. Vamos a descansar.

Ya se estaba haciendo de noche y ellos se habían ido, estaba vagando por los pasillos del hospital viendo en donde podría quedarme esa noche. De repente vi una habitación que se encontraba desocupada en el hospital y había decidido quedarme ahí. No podía dormir, no podía soportar el hecho de haber perdido a Abby, me estaba empezando a gustar, y mucho. Nunca tuve la oportunidad de decírselo, pero creo que ella ya sabía. Esa noche solo podía pensar en ella, estaba afectado. No sabía que había pasado con ella, estaba pensando que estaba muerta. Dios mío, muerta, no puedo pensar, todo eso me está afectando nuevamente. 

No podía dormir, estaba mal, realmente mal. Siempre creí que iba a ser mejor si evitaba el contacto con el resto de la gente. Ahora que lo había perdido todo me había dado cuenta. No podía vivir sin gente a mi alrededor. Era demasiado tarde, por ese pensamiento fue que todo esto había sucedido en primer lugar. Todo fue mi culpa. Otra vez tenía en mente la idea del suicidio. No soportaba esa situación. Cuando menos me lo esperaba, había podido cerrar los ojos y descansar. 

El día siguiente trataba de pensar en cualquier cosa que no sea en ella. Lamentablemente, el amor te jugaba malas pasadas y todo te recuerda a esa persona especial. Esperaba que con el poco tiempo que nos conocíamos hubiese podido poder superarla en un par de días.

El sonido del walkie - talkie me había despertado de mis pensamientos.

- Oye, amigo, ¿estás ahí? Sigo dando vueltas en el hospital, creo que he encontrado a tus amigos.

Era Liz, por la radio. Recuerdo haberme sentido sumamente feliz en ese momento, una buena noticia después de todo lo que he pasado, entre la muerte de mi padre, y las incontables veces en las que con suerte he podido salir con vida, esto realmente era bueno.

- ¿Por dónde andan? No sabes como me alegra escuchar eso, Liz. - le grité con alegría
- No te va a alegrar mucho esto. Nos encontramos en el tejado y la salida nos fue bloqueada por zombis.
- Ya pensaré en algo para sacarlos de ese apuro.

"Mierda, hable muy pronto" me dije a mi mismo mientras pensaba en que hacer. Me fui hasta la oficina de los guardias de seguridad y pude encontrar un par de planos del lugar. "Esto va a funcionar" dije. 

sábado, 25 de febrero de 2012

ENTRADA 22: Sufrimiento...

Estaba tirado en el piso. Me encontraba desmayado, pero podía escuchar las voces, podía escucharlos hablar. Estaban organizándose para la búsqueda de mis compañeros. Todavía podía sentir la ira recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Por mi culpa tal vez hayan estado a punto de morir Abby, su hermano y todo el resto de los que ahí se encontraban. Era un idiota. "Si salgo de esta, me la van a pagar" pensé.

- Oiga, jefe. Creo que los hemos encontrado. Acompáñenos, están en la morgue.
- Mierda, los encontraron - me repetía a mi mismo, mientras trataba de despertarme.
- ¿Qué hacemos con el chico? - preguntó uno de esos tipos
- Tu cuídalo y fíjate que no haga ninguna tontería por si se despierta.

Mierda, me encontraba totalmente inmovilizado. Trataba de hacer que mi cuerpo reaccionara pero simplemente no podía. Era inútil, era un simple vegetal tirado en el piso, no servía de nada tratar de ayudar. Creo haber sentido como una lágrima me recorría la cara. En un instante sentí una serie de disparos. Había un tiroteo. "Mierda, ¡es un jodido tiroteo!" pude lograr decir mientras me recorrían lágrimas a través de toda la cara. Podía sentir como se movía mi mano. Sentía el enojo, podía sentir la adrenalina.  Solo podía pensar en Abigail, en el hecho de que pudo pasarle algo. Trataba de moverme lo menos posible mientras me despertaba. No quería que el "guardia" (por así decirlo) se diera cuenta de que estaba despierto. Quería sorprenderlo.

Tenía los ojos abiertos. Trataba de analizar en que parte del salón se podía encontrar. Él estaba sentado en una de las sillas fumando un cigarro a tan solo medio metro de distancia. Inmediatamente me levanté y antes de que se diera cuenta había logrado patearlo y dejarlo aturdido momentáneamente. Había logrado sacarle el arma y un cuchillo que tenía en su pierna. Tenía otro más guardado pero no lo iba a dejar desarmado, ahora que el mundo se había ido al carajo debíamos guardar lo que quedaba de humanidad. No podíamos ser egoístas, y menos ahora, cuando más se lo necesita.

Retomando. Estaba dirigiéndome a la morgue. El efecto de la adrenalina se me había pasado, ya estaba sintiendo dolor de nuevo, me encontraba mareado, me había perdido un par de veces en el camino. Estaba realmente afectado por todo esto, tenía que descansar apenas pueda.

Estaba realmente decidido a seguir tratando de llegar a la morgue. Debía hacerlo. Seguí corriendo, sin importarme el dolor, cuando me habían embestido. Era una chica con una capucha. No se podía ver su cara, y mucho menos en toda esta obscuridad. Me había empujado contra una pared y me había sacado el cuchillo que anteriormente yo le había sacado a uno de esos hijos de puta. Se quedo mirándome un instante cuando dijo un par de palabras que tuve que esforzarme para poder escuchar.

- No puede ser, pero si eres tú...
- ¿Pero qué...? ¿De qué estás hablando?

Se había sacado la capucha y me había dicho "¿No me reconoces? Soy Liz, del colegio". Liz, o Elizabeth, tenía a su padre que había sido amigo del mío en el ejército. Fuimos a la misma escuela juntos. Eramos casi iguales. Ambos eramos unos antisociales. Tal vez podríamos haber sido buenos amigos, la conozco desde pequeño.

Me había dejado de apuntar con su cuchillo y habíamos podido entablar una conversación de lo más normal. Hablamos sobre como hicimos para terminar en todo este embrollo sanos y salvos, me comentó que se había venido hasta el hospital porque necesitaban un par de medicinas en su casa. Su casa debe de ser demasiado segura, tal vez tanto como mi refugio, pero por la ubicación, mi refugio era la mejor idea.

- Mierda, me he olvidado, me ha encantado hablar contigo Liz, pero tengo un asunto demasiado importante - le dije mientras estaba girándome para dirigirme hacia la morgue.
- ¡Espera! - me respondió - Toma este walkie - talkie, asi nos podremos poner en contacto.

Me había entregado el walkie - talkie y había emprendido el rumbo de nuevo hacia la morgue. Seguía preocupado en Abigail, no sabía que le podría haber pasado, si estaba bien, o si por lo menos seguía con vida. No iba a poder perdonarme si algo le pasaba. Estaba a un par de metros. Di la vuelta en la esquina por el pasillo y había quedado asombrado por la escena.

No había podido evitar largarme a llorar mientras entraba. Habían varios cuerpos en el piso, sangre por todas partes, la adrenalina no me había dejado escuchar todos los disparos efectuados. Estaba sintiéndome mal, estaba llorando. Me senté y me recosté sobre una de las paredes. El dolor era simplemente indescriptible. No soportaba quedarme solo de nuevo. Simplemente, no podía. La idea de suicidarme ya se encontraba entre mis pensamientos.

jueves, 23 de febrero de 2012

ENTRADA 21: Conociendo a Satanás...

Mierda. El cansancio y la fatiga estaban acabando conmigo. Tomaba decisiones incoherentes a cada momento. Mi visión se nublaba. La situación realmente estaba jodida, no sabía como iba a salir de esa. Mi mente tal vez me pudo haber estado jugando una mala pasada, pero creí haber oído voces en la entrada. Había decidido dirigirme hasta el salón principal, creía que podría haber sido ayuda.

Estaba a un par de metros, cuando de repente un tipo disfrazado de loco, de unos 34 años, con una barba de un par de días y vestido con un pantalón de camuflaje como los militares y una musculosa negra, se apareció adelante mío y poco mas me dejaba con una bala en la cabeza.

- Oigan chicos, miren lo que encontré - gritó el loco
- A ver, muéstranos, Bill - le respondió otro, que salía de entre la oscuridad que reinaba en la entrada del hospital.

Seguían saliendo más de todas partes, habían en un momento a otro casi 7 personas rodeándome, la mayoría fumando un cigarro. Recuerdo haber tosido, el olor del tabaco siempre me pareció asqueroso. Esta vez no iba a ser la excepción.

- Oye, tú. Chico, gilipollas, ¿que mierda haces aquí rondando solo? En tu estado dudo mucho que hayas logrado permanecer vivo solo. Dime, ¿dónde están tus amigos? - me preguntó.
- Estoy solo, no tengo amigos - logré responderle.
- ¿Y tú piensas que te haré caso? Dime donde están y nadie saldrá herido. Solo venimos por provisiones.
- ¡Que estoy solo, pedazo de mierda! ¡No estoy de humor para esto, tomen lo que quieran y vayanse! - les grité con todas mis fuerzas, se me había cruzado por la mente de que si les decía le harían daño a Abby.
- ¿Que haremos con el, jefe? - le dijo el que me apuntaba a uno que estaba apoyado sobre la pared del pasillo fumando un habano.
- Nos lo llevaremos con nosotros, nos servirá de ayuda. Dejaremos una carta para sus amigos. Tal vez quieran recuperarlo sano y salvo. - respondió aquel tipo.

Era la segunda vez que decidía irme y que me atrapaban de rehén. Esto iba cada vez de mal en peor. Se me cruzaba por la cabeza la idea de que yo no merecía vivir. Mierda, yo era mejor persona que todos estos. Me estaban llevando hasta la sala de espera que hay antes de la salida, cuando logré escuchar hablar al jefe.

- Revisen el hospital, encontremos a sus amigos.

Me había dado media vuelta y había gritado "¡No!" tan fuerte que se me debe de haber escuchado en todo el maldito hospital. Había logrado incapacitar a uno de los que ahí se encontraban escoltándome y estaba tratando de acercarme a aquél al que se referían solo como Satanás. El hospital era el infierno, y mi deseo de no encontrarme con el diablo había sido en vano. Que ironía. Mierda.

Estaba cerca de él, la ira y la adrenalina me habían hecho olvidar el dolor que sentía, sólo hasta que uno de ellos me pegó directo en el estómago con la culata de su arma. El dolor era insoportable, me había quedado sin aire. Me había caído al piso, y mi vista se nublaba. Me estaba desmayando. Solo recuerdo que lo último que pude pronunciar fue que no le hagan daño a Abigail. Sólo podía pensar en ella después de ese golpe. Finalmente me había desmayado.

viernes, 17 de febrero de 2012

ENTRADA 20

Había descansado un momento, cuando decidí levantarme. Estaba seguro que ningún zombi entraría ahí. La puerta era difícil de abrir a menos de que se tenga algo de coordinación. Me decidí levantarme y seguir mi camino. Seguía cansado, a cada momento se me cruzaba por la cabeza acabar con todo esto. Si no me mata uno de los monstruos, me mataba Ben. En donde me encontrase, terminaría muerto. Una idea genial.

Seguí mi camino abriéndome paso a través de los pasillos. Trataba de no encontrarme con muchas de esas criaturas, no estaba en el estado físico necesario para poder pelear con ellos, y un disparo llamaría la atención de muchos más zombis, sin olvidar el hecho de que despertaría a la gente que se encontraba en la morgue. Eso me había salvado la vida la vez anterior, pero ahora no me serviría de nada.


Estaba sólo, débil. En esta posición era un blanco fácil. Tenía que simplemente moverme. Aunque mi cuerpo no pueda, tenía que intentarlo. No podía quedarme inmóvil mientras veía como trataban de devorarme todas esas monstruosidades salidas del infierno. En cierta manera estoy agradecido por lo que sucedió, la mayoría de la gente era una mierda. Ahora hay menos, más difícil de encontrar en su estado puro (léase, vivo), y más fácil de encontrar en su estado contaminado (léase, zombi). Mejor. El mundo de por sí se estaba yendo al carajo antes de esta situación, y una vez en el refugio, podría olvidarme de todos los problemas durante un tiempo.

Mientras me encontraba sentado, había empezado a llorar después de esa reflexión. Cuanta gente inocente debe haber acabado como una de esas cosas, tanta gente que no debe merecer haber acabado así. No entendía nada, no se por qué yo seguía peleando por mi vida mientras la mayoría de ellos pudo haber sido mejor persona que yo. Tenía que estar agradecido por la suerte que me había tocado. 



Tenía que volver. Abigail me caía bien, es más, me estaba empezando a gustar mucho. Era una buena chica. Ella merecería vivir más que cualquiera de nosotros los que sobrevivimos. No podía hacerle esto de irme, y menos de negarle un buen refugio donde quedarse. Era lo mejor que cualquiera podría ofrecerle en este mundo.

Inmediatamente me había levantado y me había dirigido con destino a la morgue de nuevo. No me vendría mal algo de compañía de ahora en adelante.  Me sentía totalmente solo en este mundo. De por sí ya lo estaba antes, pero ver que ahora realmente me encontraba así... Tenía que controlarme o iba a acabar con un disparo en la cabeza cualquiera de estos días. La adolescencia no es fácil, y esto no lo facilitaba. 


viernes, 10 de febrero de 2012

ENTRADA 19: Sobre el virus y algo más...

Bueno, realmente no me encuentro en el mejor estado físico para poder estar escribiendo esto en este momento. Estoy adolorido después de todas las cosas que hay que hacer para mantener nuestra supervivencia en este nuevo mundo. Como había prometido en un par de entradas anteriores, he escrito esto con la intención de explicarles como fue que empezó, la información que tengo sobre el virus y cómo funciona.

Para empezar, este virus nació en un laboratorio en alguna parte del continente asiático, con el propósito de crear una máquina perfecta asesina, pero parece que se les escapó de las manos y ya conocen el resto de la historia: el mundo se fue al carajo, bla bla bla, aquí estamos el día de hoy, en un refugio en el medio de la nada, con toda la civilización en ruinas y estamos arruinados, jodidos, cogidos por la vida misma. Esto era una mierda.

El virus

Bueno, el virus si mal no recuerdo era llamado A74. Era algo básico, convertir a la gente en no-muertos para después ser unos asesinos, demasiados buenos a mi parecer.
Según las noticias, había que evitar el contacto físico. Mierda. Podían tocarte pero a menos de que te rasguñen o te muerdan, mucho no podían hacerte. 
La forma de transmisión es a través de los fluidos: saliva, sangre, entre otros. Si te mordían en alguna extremidad, esta tendría que ser amputada inmediatamente si se quería seguir con vida. 
Para acabar con ellos necesariamente hay que propinarles un fuerte golpe en la cabeza, médicamente hablando, había que desabilitar su cerebro para que deje de funcionar. Al parecer el resto de su cuerpo no funciona. No hay un riego sanguíneo, su corazón no funciona, así como casi todos sus órganos a excepción de su cerebro. El encargado de que se sigan moviendo.

Ellos se mueven por instinto, solo desean una cosa: comer a todo ser viviente que se mueva, sobre todo si es humano y todavía está fresco.

Aún me falta algo. Ya sé, el tiempo de incubación del virus. Bueno, si el virus es inyectado en la sangre directamente puede pasar hasta una semana para que el infectado se convierta en uno de ellos. Pero ahora, si directamente una persona es mordida, puede pasar entre un par de minutos hasta un máximo de un par de días, dependiendo la gravedad de la mordida. Y el tiempo entre la muerte del infectado hasta su posterior reanimación varía entre un par de horas y unos minutos. 

***

Continuando con la historia...

Estuve un buen rato en silencio, no podía creer lo que estaba pasando. Pude haberlo imaginado, pero no lo esperaba en ese momento, lo esperaba más adelante. Es más, probablemente haya habido un momento en el que quise que no pase nada. Su hermano estaba a punto de matarme. Tuve que negarme al beso después de haber visto como la mirada de su hermano estaba fija en mí. No iba a poder dormir esa noche, podría haber terminado en alguno de los pasillos del hospital siendo devorado por varias de esas criaturas.

- Por favor, no hagas esto ahora- le susurré a Abigail para que parara- Mira a tu hermano, le tengo más miedo a él que a los zombis.

Me había dejado libre, pensé que se había enojado, pero creo que se había ido a discutir con su hermano en la otra parte de la sala, donde no había nadie. Mierda, estaba seguro que de esa noche no salía vivo. Traté de dormirme después de que apagaron todas las luces, pero aquellos dos seguían discutiendo. Abby había vuelto y me había dicho "descansa, mi amor". De nuevo, había quedado sorprendido. Pero la cara de su hermano me asustaba.

Lo siguiente no fue nada especial, esperé a que todos se durmieran y agarré mis cosas. No iba a esperar a que alguno de estos locos quisiera matarme. No de nuevo, en el estado en el que estoy, no podría hacer mucho. Me encontraba en el pasillo cuando un dolor en el costado izquierdo de mi abdomen me hizo estremecer completamente. Iba a tener que descansar en algún lado. Me dejé caer, y me senté apoyándome contra la pared en uno de esos pasillos para tomar aire. Creo que me he olvidado la puerta de la morgue abierta. Jodida mierda.

martes, 7 de febrero de 2012

ENTRADA 18: La jaula de los leones

Me encontraba totalmente agotado. Estaba tirado en el suelo, viendo cómo a pasos lentos se venían a mi todos los zombis. Era mi final. Apenas tenía fuerzas para levantar mi brazo, no iba a poder hacer mucho en esa condición. Estaba mareado, tenía la vista nublada, estaba por desmayarme. Simplemente no daba más.

Se estaban acercando, mi final estaba cerca. No podía terminar así, no de esta forma. Había luchado demasiado (relativamente) como para acabar ahí. Trataba de arrastrarme hasta llegar a algún lugar donde pueda aguantar un poco más y recuperarme sin que me hagan daño. Miraba para atrás y veía como se me acercaban, "esto no va a resultar" pensé. Me volví a recostar sobre el mueble de la recepción.

Me estaba por desmayar completamente. Era lo mejor, no quería estar despierto mientras aquellos me tenían como su almuerzo. Apenas había podido escuchar el par de disparos que se habían realizado. Escuchaba voces, creía que era producto de mi mente, que me estaba volviendo loco. Sólo me quedaban pocos segundos. Ya estaba cerrando los ojos. Había creído escuchar que gritaron mi nombre. Era Abby y su hermano. No entendía nada. Trataba de decirles que uno de esos hijos de puta me había golpeado varias veces y me había sacado mis cosas. Creo que habían entendido el mensaje, pues Ben había ido en el mismo camino que por el que fue el otro. Simplemente me dejé caer y me desmayé.

Podía escuchar como hablaban. Trataban de levantarme, pero no podía hacerlo. De las horas restantes no recuerdo mucho. Sólo tengo en mi mente recuerdos vacíos, pequeñas charlas que tuvieron durante las horas que me cuidaron.

Me desperté en la morgue de nuevo, sobre una de las camas donde anteriormente tenían a los muertos. Al ver eso, me asusté y quise salir corriendo, pero un dolor me recorrió todo el cuerpo cuando traté de levantarme.

- Tranquilo - me dijo Abby con su dulce voz - Te encontramos en el edificio del helipuerto. Ben encontró al tipo que te hizo esto. Estaba tratando de escapar, se resbaló y varios zombis acabaron con él, pero mi hermano recuperó todas tus cosas. Ahora descansa.

Me había vuelto a recostar, tranquilo, sabiendo que posiblemente no me irían a secuestrar de nuevo. Me encontraba descansando, charlando con Abby.

- Estuve preocupada por ti - me dijo - ¿lo sabías?
- Supongo. He recibido una paliza y ni siquiera pude defenderme - le respondí.

Habíamos tenido un momento de silencio, cuando me besó. Había quedado sorprendido. Realmente no me esperaba eso. No en ese momento, realmente pensé que eso iba a pasar más adelante.

Su hermano me estaba mirando con desprecio. Creo que no me veía como alguien que podría estar con su hermana. En este mundo es cuando más debería de cuidarla. Creía que tenía que cuidarme mis espaldas si llegase a estar sólo con él. No quería terminar en "la jaula de los leones".

lunes, 6 de febrero de 2012

ENTRADA 17: Callejón sin salida.

No podía respirar. No podía pensar, me encontraba acorralado en un callejón sin salida. Me había podido levantar, pero había necesitado mucho esfuerzo. Ya de pie, me empujo con la culata de la Remington que me había sacado.

- Apúrate, dime hacia donde es - me dijo.

No podía hablar, todavía me faltaba el aire y me encontraba mareado. Recuerdo que un poco más adelante habían dos zombis que nos habían visto y se nos venían encima. Con mucho esfuerzo había podido decirle la frase "¡¿vas a disparar o vas a dejar que nos coman primero?!". El golpe que me había dado había sido demasiado fuerte. Después de haber efectuado los dos disparos me dijo que me apure y me volvió a golpear. Me encontraba enojado, pero en la posición en la que me encontraba no podría salir muy beneficiado de la situación. Había caído al piso de nuevo. Estaba escupiendo sangre. Me agarró del brazo y me levantó.

- Chico, ya te hubiese matado, pero eres mi esperanza de salir de aquí. No es nada personal - me había dicho, de nuevo con ese tono burlón. - Apúrate, esos disparos deben de haber atraído a un par de zombis y algo de compañía.

Ya nos encontrábamos en el lugar donde había acabado Ben con la mayoría de los zombis, y le había dicho que siga por el túnel derecho.

- Ahí vas a encontrar el Humvee, ahora por favor, déjame tranquilo - le dije, con una furia que me recorría todo el cuerpo.
- ¿Te crees que esto ha terminado? Tu vienes conmigo.

Y para el colmo, esa pesadilla no terminaba. Tenía que seguir aguantándolo, en ese estado en el que me encontraba no podía durar mucho. Me encontraba pensando en por qué mierda me había ido de ahí. Sino hubiese sido tan egoísta, nada de eso hubiese pasado. Ya se me estaba haciendo común maldecir, ya era prácticamente un hábito en ese mundo apocalíptico. Quien no lo haga, tenía que estar loco, de alguna manera tenía que encontrar la forma de descargarse.

Nosotros con ese loco que me acompañaba continuamos nuestro camino, ese pasillo parecía interminable, y cada par de pasos, me caía o necesitaba descansar. Ese tipo estaba lo suficientemente cuerdo como para tenerme paciencia y no matarme en el intento, sabía que si me mataba sus posibilidades de encontrar ese vehículo eran más imposibles que ahora.  Ya habíamos llegado al edificio en el que habíamos entrado Abby y yo el día anterior en la búsqueda por su hermano, cuando logré decirle:

- Ahí afuera está, toma las llaves - le dije mientras tenía las llaves del Humvee en mis manos.
- Listo, ya no me sirves más, mocoso - me respondió.

Tomó mis llaves y se volteó. Por un momento pensé que eso había acabado, cuando de repente, dio media vuelta y me pateó en el pecho, tirándome hacia atrás. Ya no tenía fuerzas para levantarme. Se me acercó y me apuntó con el arma. No podía pronunciar una sola palabra, me encontraba débil. Toda mi vida había pasado frente a mis ojos, pensé que iba a morir ahí.

- Ni loco te mataré yo. Dejaré que uno de estos que andan por aquí acaben contigo. - me respondió.

Mi cuerpo estaba repleto de ira. Se estaba marchando y me había dejado con un par de zombis, todos en mi dirección. No podía moverme, me faltaba el aire, me encontraba indefenso, no tenía ni una puta arma. Fue la primera situación en la que realmente me encontraba jodidamente jodido. Tenía que hacer algo, esos caníbales no venían precisamente a invitarme a una fiesta. Yo era su botín.

sábado, 4 de febrero de 2012

ENTRADA 16: Trastornos psicológicos

Habíamos pasado aquella noche en ese lugar. El frío era tremendo, no me había dejado dormir en toda la noche. De saber que iba a terminar ahí, hubiese bajado la campera del Humvee. No confiaba en ninguno de los que estaban ahí plácidamente durmiendo, solo en Abby y en su hermano, que por lo que me contó, era un buen chico. Que hacía en el ejército, ni puta idea, no me interesaba saber. "Mañana mismo me voy de este jodido lugar" pensé. Pero se me había cruzado por la mente no tener que dejarlos a ellos dos a su suerte. Ben podría servirme por lo menos para cubrirme la espalda, había visto la precisión de sus disparos y su tranquilidad ante todo. Y Abby, bueno, no hay mucho que decir de ella, ya me había encariñado a pesar del poco tiempo. El problema era decirles que vengan solamente ellos conmigo sin que decidan traer a los demás, no podía traerme a las aproximadamente 8 personas que ahí se encontraban. Recuerdo que el día anterior me habían presentado a todos, pero no estaba interesado en conocer a ninguno.

Esperé hasta la mañana siguiente para que Abby despertara. Realmente estaba odiando esto del apocalipsis, antes de todo esto mi vida tal y cómo era, simplemente era perfecta. No hablaba con nadie, menos problemas para mí. Pero esta jodida mierda que nos vino a ocurrir, va a sonar algo normal en una situación así, pero me cabreo totalmente. Era un antisocial que a nadie le importaba. Necesito descargar toda mi ira y mi frustración, sino, ¿con qué otro propósito estaría escribiendo esto? A nadie le importaría saber sobre los últimos días de un joven de 18 años cuando el mundo se fue al demonio. Nadie encontraría mi relato. Sólo necesito descargarme, eso es todo.

Continuando, seguí meditando en silencio en esa fría, oscura y silenciosa morgue esperando a que despertara, pero parecía que no lo haría por un buen rato. Más tiempo de pensar. Genial.

Estos zombis le jodieron el mundo a cada uno de manera distinta. A la mayoría de la gente le debe de costar adaptarse a un mundo en el que las personas te ven como su potencial almuerzo, y no esa gente con la que podías hablar un rato. A mí, por ejemplo, me ha arruinado con el hecho de que ahora tengo gente que cuidar y proteger. Y además, de tener compañía en el refugio. 

Ya estaba cansado, de manera lenta recosté a Abigail sobre el hombre de su hermano, había decidido marcharme y dejarlos a su suerte. Se me cruzaba por la cabeza el que no iba a poder lidiar con esto de quedarme solo en mi refugio, pero ya había estado varias semanas sólo, así que pensé que podría no haberme afectado.



Me levanté del piso y retiré mis cosas del rincón donde las había dejado. Me dirigí hacia la puerta y miré de que no haya habido uno de esos "caminantes" por ahí dando vuelta. El pasillo estaba libre. Despacio cerré la puerta y me dirigí hacia la salida que me conduciría hasta mi vehículo, y por fin podría irme a mi refugio.

Me encaminé hacia la salida que quedaba solo a un par de metros, cuando sentí un ruido detrás mío. Giré y no había nadie, en un principio pensé que estaba siendo un paranoico, así que seguí. De repente, escuché un par de pasos rápidos que se dirigían hasta mí, y antes de darme cuenta, un tipo vestido de militar, de unos probablemente 37 años, me embistió y me tiró al piso.

- ¿Piensas que podrás marcharte así como así? Eres mi oportunidad de salir de aquí con vida.

El muy bastardo me había sacado mis armas. Seguro ese desgraciado me había visto salir y me había seguido. Y para empeorarlo todo, me estaba llevando como rehén. Jamás había insultado en mi vida como lo había hecho esa mañana. Momentos como esos son los que me hacen desear ir acompañado de alguien. Era demasiado tarde. Me apuntaba con el arma y me hacía indicarle por donde ir para encontrarse con el Humvee.



- Eres un maldito loco, ¿lo sabías, no? - logré decirle, pero eso sólo había causado que me pegue una patada en la espalda, dejándome sin aire durante unos instantes.
- Cállate la boca, mocoso. No le hables así a tus mayores, ten más respeto. - me dijo, en un tono burlón.

viernes, 3 de febrero de 2012

ENTRADA 15: Entre la espada y la pared.

Estaban cada vez más cerca, recuerdo haber empezado a maldecir como condenado en voz alta mientras se acercaban todos ellos. No podía apuntar de manera decente, sentía miedo, pensé que mi vida iba a acabar en ese momento. Ya estaba pensando en acabar con nuestras vidas antes de terminar como ellos.

No fue hasta que escuché la voz de Abigail gritar "Ben", casi tan fuerte como para dejar sordo a cualquiera, que pensé que íbamos a ser salvados. Ella había corrido hasta un joven de 27 años con uniforme militar. Eso me explicaba el profesionalismo con el que había acabado con los zombis que ahí reposaban tirados en el piso. De repente, ese chico comenzó a dispararle a las criaturas que se nos avecinaban, sin dejar a una sola en pie.

- No hay mucho tiempo - nos dijo - la mayoría de los que andan aquí cerca deben de haber escuchado los disparos y se deben de estar dirigiendo en esta dirección. Síganme.

Nos hizo caminar de manera rápida, sin apenas pronunciar una sola palabra, hasta la morgue en el sótano. Parece que ahí se habían ocultado después de ver como eran aplastados con la ofensiva de los muertos vivientes. No sienten dolor, no tienen sentimientos, casi nada los para. Eran máquinas asesinas perfectas, y ahora que digo eso creo que sé cual era la causa que empezó todo esto. En la entrada siguiente voy a escribir sobre este virus. Simplemente ahora no lo haré.

La morgue no debe haber sido el mejor lugar para descansar antes de todo esto, pero en comparación al resto del hospital, eso era el cielo.Una vez que había cerrado la puerta, Ben, el hermano de Abby, había empezado a hablar.

- Gracias por haber cuidado de mi hermana durante todo este tiempo. Te lo agradezco, pero no creas que te dejaré que le hagas algo. - me dijo con un tono serio.
- Pero, ¿de qué estas hablando? - Le había respondido sorprendido.
- No te me hagas el tonto, chico listo. Sabes muy bien de lo que hablo, he visto como has mirado a mi hermana.
- Pero si entre nosotros no pasa nada. - Cada vez me encontraba más nervioso.
- Oye, no le trates así. - me interrumpió Abby para decírselo a su hermano - no te incumbe si entre nosotros hay algo o no.
- ¿Pero qué...? ¡Pero si entre nosotros no hay nada! - Le respondí nervioso
- Tu sabes que sí - me respondió, pero rápidamente se había dado cuenta de algo en la habitación. - ¿Quiénes son todas estar personas, Ben?

Sí, así era, nosotros no éramos los únicos ahí. Habían un par más de personas en ese frío lugar. Sólo habían 3 o 4 con uniformes de militares, y 2 o 3 civiles, médicos al parecer por la bata que llevaban puesta.

- Son los sobrevivientes que quedamos de la masacre que ocurrió en el hospital hace unas horas.
- ¿Masacre? - preguntó Abby, sorprendida por lo que había dicho su hermano.
- Lamentablemente, así fue.
- ¿Y mamá no...?
- No, Abby, no la he visto, pero lamentablemente hay que pensar que podría ser uno de ellos.

Se lo notaba preocupado, triste con cada palabra que decía. La verdad era difícil darse cuenta, su aspecto de serio escondía todo eso. Súbitamente, Abigail se había largado a llorar y me abrazó. Simplemente no podía sacármela de encima y tampoco había tenido la reacción suficiente como para negarme. Debe haber sido la noticia más impactante que debe haber recibido en su vida, y lamentablemente, la comprendía.

miércoles, 1 de febrero de 2012

ENTRADA 14: A las puertas del infierno

Y la vida me volvió a coger. Estaba empezando a odiar eso, cuando creía que todo me podía salir bien por una  sola vez, todo se iba al infierno de nuevo (palabra de moda en aquellos días). Se me había cruzado por la cabeza, ya un par de veces, que tenía que agarrar una de las armas y dispararme. No tenía intención seguir viviendo a sabiendas de que este es un mundo dominado por los zombis. Algo jodido de verdad, pero después está esta chica, Abigail, que no hubiese podido dejarla a su merced. Tenía en mente que lo mejor era encontrar a su hermano y dejarla con él. La ira me había invadido, no quería hacerme cargo de otras personas por más egoísta que haya sonado, pero ese era un nuevo mundo. Nuevas reglas. Nuevas maneras de jugar. Me había ablandado demasiado con la muerte de mi padre. No es algo de lo que me haya podido recuperar en un día para otro. Eso explicaba mi comportamiento con Abby. Me sentía débil emocionalmente, y simplemente no quería estar solo de nuevo. Me había quedado sin seres queridos. Y esa, señores, es otra de las frases del momento, algo que en esos días se escuchaba demasiado. Pero posiblemente haya sido yo y me haya estado convirtiendo en un psicópata, quien sabe. No quiero empezar a analizarme, así que continuaré.

Por irónico que fuera, estaba buscando las llaves de la entrada al Infierno. Tuvimos que ir hasta la habitación de Seguridad para tratar de buscar alguna tarjeta magnética que nos lograra abrir esa puerta. Me encontraba maldiciendo por lo bajo en esa pequeña oficina donde habían un par de monitores mostrando la información que recibían de las cámaras de seguridad, cuando escuché gritar a Abby. "Lo tengo, la encontré" me dijo, con una leve sonrisa en el rostro. "De acuerdo, vamos" le respondí. Tenía ganas de largarme de ahí. No era ese el mejor lugar del mundo para encontrarse, habían un par de cuerpos sin vida en los pasillos de este edificio. Inmediatamente emprendimos rumbo hacia la puerta  electrónica que estaba en el sótano. Me sonaba a metáfora: descender para encontrarme con las puertas al Infierno. Dios, que irónico es el destino. Y aquí vamos, ironía es otra de las palabras del momento.

Cruzar ese túnel era escalofriante. Había sangre y cuerpos por todos lados. Nada mal para el infierno. Aquí se había librado una batalla no hace mucho tiempo antes de que nosotros pasáramos por ahí. No había duda de que su hermano había pasado por este pasillo. Dejó una masacre en su camino y el olor no lo mejoraba, ahí era espantoso gracias a todos los cuerpos que se encontraban en descomposición. Pero nos había facilitado todo el trabajo. Los símbolos de su paso por aquí nos indicaba que ese era el camino correcto, y por lo que Abby me había dicho antes, su hermano ya transitó por estos pasillos anteriormente.

Cada vez nos encontrábamos más cerca de nuestro destino, el pasillo estaba llegando a su fin, cada vez estábamos más cerca de nuestro destino final: las puertas del infierno, del hospital o como quiera llamarle el lector, no me importa un carajo simplemente. Nosotros continuamos nuestro camino hasta llegar a esta, esperábamos que ese viaje no nos haya resultado en vano, sino nos hubiésemos cabreado en serio. Seriamente me había resistido a decir muchas vulgaridades frente a ella, pero si la vida nos hubiese vuelto a agarrar desprevenidos, posiblemente hubiese quemado el edifico entero con la rabia que me podría haber agarrado.

Así que bueno, ahí nos encontrábamos, abriendo la puerta del infierno. Y como era de esperarse, recibimos una muy cálida bienvenida. Por un lado, un par de zombis inmóviles en el piso, cada uno con un sólo disparo en la cabeza y por el otro aún quedaban un par más. Ese tipo era un maldito profesional. Aún tenía muchas dudas sin resolver, como saber quien puñetas era ese gilipollas de su hermano, el que nos había metido en el lío que se nos venía encima en ese momento. Puede haber acabado con varios, pero ahí aún teníamos unos 10 u 11 todavía en pie, mas un par que solamente podían arrastrarse por su falta de extremidades inferiores.

Y he aquí la historia de cómo la vida nos cogió de manera interesante hasta ese momento. Estábamos jodidos en esa situación. Abby nunca había usado un arma en toda su vida, y yo supongamos que no había llevado un ejército conmigo. Era realmente reconfortante en ese momento saber que mi espalda se encontraba bien cuidada.