jueves, 20 de marzo de 2014

ENTRADA 36: Cuando la esperanza se pierde...

Mierda, ahora sí tenía razones para odiarlos a todos. Solo miren, estos neandertales, todos apuntandome a mi. Eran unos cinco hombres, todos salidos del ejército, o al menos eso parecía. Llenos de músculos por doquier, no habría tenido oportunidad contra ellos si hubiese querido intentar algo. Unos totales hijos de puta, regodeándose, pensando en que harían conmigo. La risa que se dibujaba en sus rostros no me gustaba para nada, se notaba la maldad que tenían dentro.

- ¿Qué quieren? - les pregunté, pero me respondieron con un golpe bastante fuerte que me dejo sin aire.

- Calla, debilucho. ¡Nosotros hacemos las preguntas!

- De acuerdo. ¿Qué necesidad había de recurrir a la fuerza? - murmuré, esperando que no me escucharan.

 Hablaban entre ellos. Podía notar como me miraban y se reían. "Esto no va a acabar en nada bueno", pensaba, mientras uno de ellos se me acercaba a mí.

- Escucha, lamento lo que te han hecho pasar mis compañeros. No son muy buenos huéspedes que digamos, ¿sabes? No recibimos muchas visitas desde que esto sucedió. Así que te lo pediré amablemente, ven con nosotros.

- ¿Y si me resisto? - le respondí, mirándole a los ojos.

- No querrás hacerlos enojar. Si así de violentos son cuando están felices, imagínalos enojados. -se voltea hacia uno de sus hombres- Tráelo con nosotros.

Se acerca uno de ellos y me agarra violentamente del brazo, levantándome. Me apunta con su arma y me señala que vaya por delante de él. Empezamos a caminar hasta uno de los almacenes que ya había pasado antes. Abren las puertas y nos metemos dentro del lugar. Era de pesadilla, cuerpos por todos lados, las paredes llenas de sangre. Era lo bastante grande como para meter dentro uno de esos aviones comerciales. Claro, si podías hacerlo entrar por la puerta principal, en la que apenas cabía un camión.

Se ve que ahí dentro no había nada antes del accidente, por lo que lo único que se veía era un campamento básico que armaron: un par de colchones, alrededor de una fogata. Tenían uno de esos jeeps militares estacionado cerca. Y lo que faltaba: un montón de revistas de entretenimiento para hombres, mucho alcohol y lo que me parece fue lo mismo que consumió Kenny antes de morir. Ese pobre bastardo... al menos no está en un lío como yo en este momento.

- Amárrenlo ahí - dijo el que parecía el jefe a uno de sus hombres, refiriéndose a mí. Señalaba una silla

- Un momento, ¿qué mierda están haciendo? - les gritaba, mientras me resistía a ser atado.

De repente, había recibido un puñetazo directo en el estómago, dejándome fuera de combate. El tiempo suficiente como para poder ser atado a la silla aquella. Estaba literalmente teñida de rojo sangre, lo que significaba en ese momento que yo estaba... bueno, realmente jodido. 

Una vez que me ataron, habían comenzado a golpearme. Me golpeaban como si fuera saco de boxeo. Jamás había recibido tantos golpes en mi vida. En un momento, a uno se le ocurrio ponerme una soga en el cuello, atar el otro extremo de esa soga al Jeep y "llevarme a dar una vueltita". Hijo de puta.

Recuerdo que había comenzado a manejar a través del almacén, y me faltaba el aire, me estaba desvaneciendo de a poco, quería desaparecer, morir en ese instante. Parar de sufrir y encontrar la calma que hacía tiempo llevaba buscando. Pero no importa qué tan perdido esté uno, siempre queda esperanza, y en ese momento no lo sabía. 

- ¡Escuchen! Dejen a ese chico en paz si no quieren lamentarlo. - se escuchó.

No sabía quién era, pero al menos no era uno de los tipos que se estaba divirtiendo conmigo.

- Ja, ja, ja! Muestrate, imbécil. ¿O tú también quieres venir a divertirte con nosotros? - le respondió uno de los hombres.

En ese momento, él recibe uno un disparo justo en la frente, y cae justo frente a mis pies. Los demás no sabían a donde mirar, apuntaban a todos lados. Bang, bang, bang, bang. Cuatro disparos, cuatro muertes, eso fue lo siguiente que sucedió. Y ninguna de ellas había sido la mía. No sabía si agradecerlo, o respirar por última vez...

- Mi nombre es Jack, por si te interesa. - gritó, mientras se acercaba a mí.

Era un hombre de unos veintitanto de años, rubio. Se vestía como un vaquero. Aún conservo el sombrero que solía usar él...que en paz descanse.