viernes, 27 de enero de 2012

ENTRADA 10: La oscuridad.

No había podido dormir en toda esa noche. El ruido que había sentido me tenía despierto. Me había quedado con la escopeta conmigo hasta el amanecer, y cuando finalmente salió el sol, me aventuré por los pasillos del colegio. Había llegado hasta la reja que me separaba del ala oeste, y de un disparo en su cerradura, logré pasar. El lugar se veía vacío, si no hubiese sido por ese ruido, ni me hubiese molestado en venir hasta aquí. Caminaba sigilosamente, revisando salón por salón, cuando me di cuenta que el único lugar que me faltaba por revisar era la enfermería. Me había acercado hasta la puerta de aquel lugar, y cuando giré el picaporte, la puerta no abría. Estaba por pegarle una patada para que cediera, cuando escuche una voz desde adentro que me hablaba: "¿Hay alguien ahí?".

Era la voz de una mujer. Había alcanzado a responderle que sí, pero no se me ocurrió nada más para decirle. Nos habíamos quedado hablando por un momento a través de la puerta, cuando me dijo que se había encerrado ahí después de lo que vió, y que su hermano mayor todavía estaba por ahí afuera, que habían venido aquí porque también les pareció seguro. En un momento se me ocurrió preguntarle si podría abrir la puerta y me dijo que no podía, que sólo se podía abrir con la llave. En eso, le dije entonces que se haga para atrás y ahí fue cuando aplique el Kung fu sobre esa puerta (estoy exagerando, quería impresionarla). Al entrar, había quedado impresionado: era una hermosa chica de mi edad, de pelo oscuro y ojos celestes. Por fuera parecía débil, no sé como habría hecho para sobrevivir al principio sino fuese por su hermano. Al entrar le pregunté si se encontraba bien, y le dije que nunca me había dicho su nombre, pero ella sabía el mío. "Abigail" me respondió, "pero puedes decirme Abby".

Después de esa charla, le dije que me acompañara porque esa habitación no era segura y nos dirigimos hacia la oficina del director, ya que ahí habían un par de sillones cómodos donde podríamos pasar un par de noches. En el camino habíamos entablado una pequeña conversación.

- Me parece haberte visto antes. - me dijo - ¿No eras compañero mío antes de todo esto?
- Probablemente, pero nunca presté mucha atención a quiénes eran mis compañeros.

Es increíble como nos habíamos callado de nuevo hasta llegar a la oficina, donde después de cerrar las cortinas y poner un escritorio contra la puerta (por si acaso), nos volvimos a hablar.

- Ya me acordé, tu eras el que siempre se sentaba en una esquina - me dijo.
- Si, ¿y?
- Solo decía. No tenías muchos amigos, ¿verdad?
- No, nunca me interesó tener muchos.

El silencio había vuelto a reinar en el salón. De vez en cuando salía alguna pregunta por parte de ella, pero yo no estaba interesado en entablar una conversación. Solo una pregunta me cruzó por la mente al momento en el que estaba revisando las provisiones y el arma que tenía conmigo.

- ¿Te molesta si te puedo hacer una pregunta?
- No, para nada - me respondió
- ¿Que pasó con tu hermano?
- Fue al hospital que queda aquí cerca por un par de medicinas porque nos iban a hacer falta. No en todos lados se consiguen las cosas que se encuentran ahí.
- ¿No es ese el hospital en el que los militares estuvieron el día de ayer disparando? - le pregunté algo preocupado.
- Sí. Ya debería haber vuelto. Tengo miedo de que le haya pasado algo. - me respondió nerviosa y con una lágrima corriéndole por la cara.

Su respuesta me había dejado impactado. Ese lugar debía de estar infestado y sin embargo su hermano había tenido la valentía de ir hasta ahí solo para buscar, no se, penicilina para el hipotético caso de que lo llegaran a necesitar. Parecía un idiota. Después alcancé a decirle "tranquila, todo va a estar bien, iremos a buscarlo mañana por la mañana". Eso parecía haberla reconfortado un poco. Lamentablemente, nadie quiso volver a decir algo y el silencio había vuelto.

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